©Enrique Cidoncha

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Cristina Huete, productora de Vivir es fácil con los ojos cerrados, ganadora del Goya a la Mejor Película, escribe «a todos y cada uno de los que se dedican a esto»

Muchas gracias por vuestro reconocimiento a nuestra película. Como visteis estaba muy emocionada y, por desgracia, un poco enferma. De ahí mi mutismo. Os hubiera dicho que esos ­goyas significaban mucho para mí. Son un impulso para seguir en este trabajo tan duro y ­maravilloso en el que llevo tantos años.

Os lo hubiera d­edicado a todos y cada uno de los que os dedicáis «a esto», como dijo la gran Terele, y en especial a los jóvenes que están empezando en tiempos tan difíciles y que hacen películas tan llenas de buen cine.

La financiación de las películas cada día es más complicada y su recuperación un milagro. Cada día tenemos más dificultades y rodamos menos semanas, con menos equipo, les pagamos menos a todos, pedimos sin parar «por favor, por favor…» Agotador. Nuestros creadores escriben con censura cinematográfica. Te traen un guión y la primera frase es: «lo podemos hacer en pocas semanas, es barato y apenas tiene figuración». Me vienen a la cabeza los figurantes a la puerta de los Goya. Volvemos a viejos tiempos en tantas cosas en este país que se me parte el corazón.

Pero estamos vivos, hacemos cine, peleemos.

No sólo contra el IVA castigador que este Gobierno sin escrúpulos ni moral nos impone, sino también porque hemos perdido a nuestros ­espectadores.

¿Qué podemos hacer? No lo sé. Propongo un congreso de cine donde nos reunamos, hagamos propuestas, discutamos, saquemos conclusiones y estrategias para seguir adelante.

Juntarnos, hablarnos, contarnos…

Recuperar a nuestros espectadores temo que pasa por bajar el precio de las entradas, pero hay que hacer acciones que los espectadores entiendan, promocionarlas.

Sé que muchos, en la desesperación, miramos hacia Francia, ¿qué hacen para que los franceses estén orgullosos de sus películas? No son mejores que las nuestras, las hay de todo tipo: buenas, malas, comedias y dramas, taquilleras y no.

¿Cuál es su secreto para que llenen sus salas? Están orgullosos de su cultura, de su historia, no están divididos en bandos. Están orgullosos de sus actores, sus directores, los quieren. Vive la France!

Cuando nos juntamos amigos del cine pensamos en emigrar, aquí no nos quieren… De hecho Fernando y yo estuvimos a punto de hacerlo por no ir a la mili… ¿Qué hubiera sido de nosotros? ¿Qué películas hubiéramos hecho? Como decía Fernando Fernán-Gómez «si yo fuera un actor francés viviría en un chateau y este vino que estamos tomando sería de mi cosecha».

Yo no creo que los espectadores nos odien, creo que aman a muchísimos de nuestros directores y actores, que los respetan, pero han perdido la costumbre de ir al cine «español», como dicen algunos.

Expliquemos las subvenciones, palabra que me parece odiosa y que se nos arroja sólo a nosotros. Todo está subvencionado y la cultura no existiría en ningún lado del mundo sin las ayudas necesarias que devolvemos a través de los impuestos pagados como otras industrias, no todas por cierto.

Cuando oigo a periodistas, políticos y ciudadanos decir­ «no con mi dinero», ¿de qué están hablando? Siento pena por nosotros pero más por ellos. «¡Qué falta de cultura!» que decía (otra vez) mi amado Fernán-Gómez.

Tenemos que conseguir que el dinero que vaya al cine provenga de un fondo del propio cine, otra vez como en Francia. La moda en la gastronomía es educarnos a que consumamos los productos de nuestras provincias, de nuestras ciudades, para ser sustentables. Intentemos hacer lo mismo con el cine. Eduquemos a nuestros hijos en los institutos y en casa a ver su cine y, por supuesto, cine de todo el mundo y todo el cine del mundo.

La Academia tiene que ser la aglutinadora de todas las propuestas que se nos ocurran y todos debemos participar en ellas.

El cine ha sido mi vida y la de mi familia, lo hacemos por amor, soñamos películas. Quiero seguir produciendo.