Mariano Ozores
"El Goya de Honor es un premio a la constancia"

@Enrique Cidoncha

@Enrique Cidoncha

Tiene la “comedia cómica (es lo que yo hago)” en las venas, olfato para saber divertir al público, constatado en las 96 películas que dirigió y escribió entre los años cincuenta y noventa, y gozó de buena comunicación con todos los intérpretes con los que trabajó y que marcaron una época. El segundo hijo de los actores Mariano Ozores y Luisa Puchol es uno de los cineastas más rentables del cine español gracias a esa “masa compacta, caprichosa e incomprensible llamada público”. Y a esa ‘masa’ “debo todo lo que soy. Para mí lo importante siempre ha sido el público”, repite Mariano Ozores. Afortunado por haber cumplido su gran sueño, ser director de cine, oficio en el que inició con Las dos y media y… veneno, protagonizada por sus hermanos José Luis –conocido como Peliche– y Antonio, y del que se retiró con Pelotazo nacional, ejercita su memoria para hablar de su cine, la familia, el Goya de Honor que recibirá el próximo 6 de febrero… Los 89 años de este realizador  “al servicio del público” dan para conversar de todo esto y algo más.  

Por Chusa L. Monjas 

Académico desde la fundación de la institución –su número de carnet es el 18–, el director y guionista madrileño sonríe a petición de su esposa Teresa, la mujer con la que lleva casado 58 años y a la que dedicará el galardón –”cuando me pasaba las noches escribiendo guiones, me traía café y se quedaba conmigo, y cuando le consultaba mis dudas, siempre me contestaba: lo que tú digas, Mariano”–, y de sus nietas, por las que siente debilidad y que pronto le harán bisabuelo por primera vez y por partida doble. Don Mariano no oculta su felicidad por el premio, pero está nervioso ante las palabras que pronunciará en la ceremonia. “Ya no lo esperaba, así que cuando me llamó Antonio ­Resines fue una sorpresa muy grande y un alegría tremenda. Creo que me lo merezco porque he hecho 96 películas que tuvieron una taquilla magnífica, llevaron al cine a cerca de 90 millones de espectadores. El Goya es un premio a la constancia”.

Miembro de una saga de cómicos, el cineasta madrileño, el único de los tres hermanos que no se dedicó a la interpretación, creció en un teatro, pero todavía no tiene decidido lo que dirá cuando pise el escenario del Marriott Auditorium Hotel de Madrid. “Tenemos –mira a su hija Teresa– un plan A y un plan B. Pretendo citar a los actores que han intervenido en mis películas, hacer una lista, pero la relación sería muy larga, así que pasaremos al plan B y hablaré de los actores en general, sin nombrar a ninguno”. Rodó con José Luis y Antonio Ozores, López Vázquez, Alfredo Landa, Concha Velasco, Lina Morgan, Andrés Pajares, Fernando Esteso, Gracita Morales, Juanito Navarro, ­Paco Martínez Soria, Manolo Escobar, José Sacristán… “Tuve la gran suerte de trabajar con gente maravillosa, con unos cómicos que nunca pusieron una pega. Todos éramos amigos y compañeros y hablábamos de lo que nos gustaba, del cine. No mirábamos si uno era de izquierdas y otro de derechas. En España hay secundarios maravillosos que defienden su trabajo con muy pocos medios, lo que tiene un gran valor. Los actores son unos seres privilegiados, con un gesto cambian el estado de ánimo del personaje. Algo que no es fácil de encontrar, pero cuando das con uno de ellos es genial”, apunta este especialista en el cine de comedia, para quien López Vázquez era el intérprete “que sabía estar en cada situación, en cada momento. No improvisaba, era muy meticuloso, llevaba todo estudiado y cuando cogía el tranquillo lo hacía con una seguridad abrumadora”.

Con admiración, cariño y respeto menciona a los muchos profesionales a los que dirigió, a los que llama cómicos, palabra “que lo dice todo. Hay actores dramáticos que han intentado ser cómicos y no han funcionado. Para ser cómico hay que ser muy inteligente. Un cómico lo puede hacer todo”. Elogia a los cómicos, pero el reparto no ha sido la pieza fundamental de sus proyectos. “Lo decisivo es el guión que había escrito y luego el reparto”, recalca. ¿Y qué lugar ocupa el director? “Es el juez que da luz verde o luz roja; el que, dependiendo de cómo sea el actor, porque con algunos era más fácil explayarte que con otros, plantea la secuencia y selecciona la situación”. Admite que no ha sido un director “muy exigente” y que cuando rodaba le decía al equipo: “Vamos a divertirnos una temporada y de paso hacemos una película”, un principio que llevó a rajatabla. Trabajar con Mariano Ozores era un fiesta. “Supongo que por mi carácter creaba esa atmósfera. Nunca perdí los nervios, ni pegué gritos. No sé por qué, pero esa alegría y disfrute en el set se ha perdido en la actualidad”.

“Era la vida misma”

Mariano Ozores ha parodiado lo que ha pasado en España, los cambios que se produjeron tras el franquismo, durante la transición y en los primeros compases de la democracia. Ha pulsado la actualidad en cada momento desde la comedia. “Lo que hacía era observar, vivir la España que nos tocaba; así hice ¡Que vienen los socialistas!, Operación secretaria… títulos que eran un retrato de lo que estábamos viviendo. Era la vida misma, lo que se comentaba en la calle, en los bares, en la familia… Con mis hermanos solo hablaba de cine cuando estábamos embarcados en un proyecto y cada uno aportaba su manera de ver las cosas, no teníamos la misma visión del cine. Antonio era disparatado, muy alegre; José Luis era todo corazón, muy sensible a las cosas pequeñas; y yo era el pragmático. Pero de lo que más hablaba con mis hermanos era de las maquetas de trenes que tenía en su casa mi hermano José Luis”, recuerda. El director de Objetivo Bi–Ki–Ni, ¡Cómo está el servicio!, El abuelo tiene un plan, Jenaro el de los 14, Los bingueros, Yo hice a Roque III, Al este del oeste, El liguero mágico, ¡Qué gozada de divorcio!, El apolítico, o El currante, supo de qué se ríe el público por los nueve años que estuvo en la compañía de teatro de sus padres viajando por España. “Soy autodidacta. Ir de teatro en teatro, visitando pueblos y ciudades, me hizo ver cómo el público se reía, de qué se reía y cómo lo hacía. También aprendí que a la gente le gusta la sorpresa y que el público iba cambiando porque cambiaba la situación. Yo me adaptaba a los gustos del público, escribía lo que me gustaba porque primero soy público y luego director. Pensaba que lo que me divertía a mí podía entretener a los demás”. Conseguir la sorpresa para provocar la risa, “que es una explosión”, de los españoles “que tienen una risa abierta, grande, y un gran sentido del humor”, ha sido el fin de este prolífico autor de la cinematografía española, que lo ha pasado muy bien con las actuaciones de Miguel Gila. “Para mí es el más gracioso. Él sí que era la sorpresa. Era sorprendente verle hablar con el enemigo con esa cara tan seria, tan natural”, dice el tío de las intérpretes Adriana y Emma Ozores.

De la risa y la sorpresa

A Mariano Ozores le ha dado tiempo para todo. Para colaborar en la revista de humor satírico ‘La Codorniz’; trabajar en Televisión Española, donde llegó a ser nombrado director de programación; escribir y dirigir series de televisión y documentales; firmar contratos de seis películas seguidas; y ejercer de productor. “Lo hice pocas veces porque me ponía malo hacer números, lo que me gustaba era rodar”. Se ajustaba a las cuatro semanas, ocho horas al día y nunca filmaba los fines de semana. “Lo llevaba todo muy organizado, cumplía con el calendario y el presupuesto. Terminaba una película y ya estaba hablando de la siguiente”. Nada que ver con la actualidad. “Creo que es porque los guiones no tienen fuerza. Si la historia es mediocre, el productor no se arriesga”. Ahora este profesional al que le hubiese gustado firmar ¡Qué bello es vivir! se refugia en la lectura y sintoniza la pequeña pantalla para ver películas en blanco y negro. “Me las creo más, son más de verdad”. Le ha gustado Ocho apellidos vascos, pero las comedias actuales le parecen “aburridas, y en el cine no se puede aburrir al espectador. Para hacer una buena comedia, que es mucho más complicado que hacer un buen drama, hay que dar sorpresas continuamente. Además, es un género denostado por todas las cinematografías del mundo. Las comedias están mal valoradas, y solo cuando el público acepta la propuesta el productor te pide que hagas otra comedia igual que la que ha funcionado. Dicen que ahora se hacen más comedias, pero lo que pasa es que como existe el temor a que desaparezca el género, ahora llaman comedia a productos que no lo son”.

Sus largometrajes cómicos fueron denostados por la crítica. “Me han pegado unos palos espantosos. Sabía lo que los críticos iban a decir, cómo iban a reaccionar, pero no me afectaba porque tenía al público a mi lado. Empecé haciendo un cine con cierta inquietud. Un día me creí Cecil B.De Mille, monté una productora y dirigí un drama, La hora incógnita. Fue una película carísima que tuvo críticas bastantes aceptables y premios, pero no dio un duro. Y el cine, que tiene muchos matices artísticos y capacidad de influir en la sociedad, es una industria”, expone Ozores, que hace suyas las palabras de Billy Wilder: “Las películas perduran, las críticas no”. Como es imposible que sea una realidad, Mariano Ozores desvela su sueño: le gustaría hacer una película sobre Podemos. Puestos a soñar, contaría con un reparto formado “por mis hermanos, López Vázquez, Alfredo Landa y Juanito Navarro. Saldría un disparate cómico divertidísimo”. Creador de ocurrentes títulos “que me salían con el guión en la mano”, no tiene libreto, pero bautizaría la obra Nosotros… Podemos.