MEJOR CORTOMETRAJE

©Marino Scandurra

José Luis Montesinos, Mejor Cortometraje de Ficción. Foto: ©Marino Scandurra

En los últimos años, el cine español en corto ha obtenido varias nominaciones a los Oscar y premios en diferentes festivales internacionales como la Bienal de Venecia, la Berlinale, Sundance o los Premios de Cine Europeo, entre otros. Esto no es más que una muestra de la calidad que hace del cortometraje español una de las disciplinas culturales más importantes y exitosas de nuestro país. Y es que allí donde un largo es todo relato, un corto es puro lenguaje, e igual que es lenguaje en estado puro, es también realidad en estado puro. La estructura mínima y suficiente de sentido que es un cortometraje supone la radicalización de lo real: igual que sucede con un poema.

Por Jesús de la Peña

Alike, El corredor e Hijos de la tierra son tres cortometrajes que nos hablan de la rutina de la vida diaria, la crisis económica y la problemática de la ecológica global; temas de actualidad que se convierten en poemas que acaban superando los límites de un juego atractivo para constituirse en toda una metáfora de las pequeñas heridas cotidianas. Los cortometrajes ganadores de la 30 edición de los Premios Goya son tres historias que habitan en una misma materia, pero que se sirven de ella para hablar en idiomas diferentes; tres haikus que suceden fuera del tiempo porque aspiran a construir, precisamente, una imagen del tiempo.

Alike, el proyecto cinematográfico de animación de Daniel Martínez Lara y Rafael Cano Méndez, competía con los cortometrajes de animación Honorio, dos minutos de sol, de Paco Gisbert y Paqui Ramírez; La noche del océano, de María Lozano Hernández; y Víctimas de Guernika, de Ferrán Caum, tras cosechar 15 premios durante 2015.
Su argumento gira en torno a la difícil tarea de ser padres. El cortometraje cuenta la historia de Copy, un padre que intenta enseñar a su hijo Paste el camino correcto, planteando una reflexión personal sobre cómo la sociedad impone unas normas que afectan a las relaciones entre padres e hijos. Según cuentan los directores, “queríamos contar esta historia a través de una sencillez expresiva, simplificando las formas para que el espectador conectase de una forma directa con la trama, sintiendo lo que sienten los personajes a través de sus ojos”.
El cortometraje de animación independiente, realizado con Linux y software libre, nació como un proyecto personal que desde su inicio contaba con un equipo de profesionales que entre todos sumaban ya tres nominaciones a los Goya en diferentes trabajos. Uno de sus dos directores, Rafael Cano, ya fue nominado a los Goya en 2010 por el cortometraje Tachaaan!, mientras que Daniel Martínez artífice de esta pieza, también había sido nominado en 2002 por su corto W.C.!

Daniel Martínez Lara y Rafael cano Méndez, Mejor Cortometraje de Animación. Foto: ©Enrique Cidoncha

Daniel Martínez Lara y Rafael cano Méndez, Mejor Cortometraje de Animación. Foto: ©Enrique Cidoncha

El Goya les llega tras casi cinco años de trabajo y autofinanciación en una apuesta por la animación nacional de calidad y con sello propio en el que han colaborado alumnos y exalumnos de la escuela dedicada a la animación 3D de Barcelona, Pepe School Land. “A nivel personal estamos muy contentos con el reconocimiento social que tiene el premio. Y a nivel profesional no supone un punto de inflexión en nuestras trayectorias, supone una recompensa a la apuesta personal que hizo todo el equipo en estos cinco años de trabajo. Haber ganado el Goya nos ayuda a impulsar el corto en el recorrido de festivales internacionales, para tener la mayor visibilidad posible y tener opciones para poder competir en los Oscar”, comentaba Rafael Cano.

El corredor, de José Luis Montesinos, se alzó con el Premio Goya al Mejor Cortometraje de Ficción. Montesinos se impuso a Cordelias, de Gracia Querejeta; El trueno rojo, de Álvaro Ron; Inside the Box, de David Martín-Porras; y Os Meninos de Río, de Javier Macipe. La película habla de cuando lo corriente se transforma en lo extraordinario. Una divertida reflexión sobre la crisis económica que deja al margen la crítica política para centrarse en la realidad de unos personajes que podríamos ser cualquiera de nosotros. El encuentro casual que se produce entre un empresario de la vieja escuela venido a menos y un extrabajador suyo que se quedó en el paro tras un ERE. A través del tenso diálogo que se establece entre ambos, la cinta pone en evidencia el enfrentamiento entre clases, el rencor soterrado en las relaciones laborales, el aumento de las desigualdades económicas y, en definitiva, la victimización de unos y otros tras la crisis que estalló en 2008.

El tarraconense José Luis Montesinos ya llamó la atención de la crítica con su cortometraje La historia de siempre (2009) al cosechar una interminable ristra de premios –más de un centenar– en el ámbito nacional e internacional. Y El corredor es la historia que apuntala su trayectoria, al venir avalado por sus galardones en la SEMINCI y en los Premios Gaudí, a los que se suma su flamante nominación para los Premios del Cine Europeo. “Hemos hecho una fábula sobre el mundo laboral en tiempos de crisis. Creemos que puede empatizar mucho con el público internacional”, desgrana el director. “Con El corredor afrontaba en esta ocasión una obra especial porque volvía a trabajar con Miguel Ángel Jenner. Tenía ganas de desarrollar una historia en la que el trabajo interpretativo era el mayor reto para mí como director”, narra Montesinos.

Por último, el cortometraje navarro Hijos de la tierra, una historia en torno a las experiencias de hombres y mujeres con medicina de distintas zonas del mundo que defienden un viaje iniciático de regreso a la naturaleza, dirigida por Patxi Úriz Domezáin y Axel O’Mill Tubau (quien trabajó como operador de cámara y sonidista en el corto de Raúl de la Fuente Minerita, ganador del Goya 2014 en la misma categoría), compitió para conseguir el cabezón en la categoría documental con Regreso a la Alcarria, de Tomás Cimadevilla; Ventanas, de Pilar García Elegido; y Viento de atunes, de Alfonso O’Donnell, y ganó.
El documental, que cuenta con más de 150 horas de grabación en Brasil, México, Francia, Inglaterra y España, recoge historias de personas, herboristas, chamanes o druidas, que recurren a los remedios que ofrece la naturaleza en diferentes partes del mundo para curar enfermedades e invita a la búsqueda de nuevos caminos de sanación, para rescatar el conocimiento de la medicina tradicional. “El documental comenzó llamándose Navazonia por aquella simbiosis entre las plantas medicinales de Navarra y el Amazonas. Según fuimos rodando vimos que había muchos más profetas, hijos de la tierra, que transmitían generosamente sus conocimientos, como por ejemplo druidas y alquimistas aquí en Europa. De hecho, lo renombramos Druidas y chamanes. Durante el montaje, fuimos descubriendo más y más gente que trabajaba y conocía los ritmos de la Tierra, y finalmente creímos que el título Hijos de la tierra realmente englobaba a todos”, comenta Alex O´Mill.

©Alberto Ortega

Patxi Úriz Domezáin y Axel O’Mill Tubau. Foto: ©Alberto Ortega

“Ganar el Goya ha sido como hacer una plegaria para que llueva y que caiga el diluvio universal. Es un reconocimiento al trabajo a conciencia que empezamos hace cinco años y demuestra que a veces el camino más largo es el más corto para lograr lo que te propones”, declara el director. En su caso, el propósito no es otro que el de seguir explicando que “la naturaleza es una farmacia viva que tenemos que preservar entre todos”. Patxi Uriz tiene claro que este premio no es el punto culminante del proyecto, sino que servirá para hacerlo crecer todavía más. “El Goya nos ayudará a producir la versión larga y así lograr que la película tenga más difusión. Tenemos bastante material para producir un largometraje. De hecho, de las 70 personas que entrevistamos solo 14 aparecen en el documental”.

“Continuar divulgando este documental es ayudarnos a no­sotros mismos, a nuestra salud y a la de generaciones futuras”. Así que, como espetó Patxi Uriz en su discurso, “¡menos pastillas y más paseos por el bosque!”.

“¡Viva la vida, Paco, viva la vida!”, fueron las primeras palabras del codirector de Hijos de la tierra Patxi Uriz, quien se acordó de los druidas, chamanes y herboleros con los que han tratado para el corto. “Nada es imposible, ni ganar un Goya ni curarse la enfermedad”, dijo tras recoger el premio.
Pues eso, ¡viva la vida! ¡Viva el cine! Vivan las historias de los que se entregan a la escucha del resonar de su lenguaje, y de los que permiten que el lenguaje hable con él. ¡Vivan esos creadores que se propician como intermediarios entre el lenguaje, ser y mundo. ¡Vivan los cortometrajes!