Mejor Dirección: Rodrigo Sorogoyen, por Que Dios nos perdone

La primera intuición. Por Fernando Franco

Rodrigo Sorogoyen (2). Que dios nos perdone  copia

El azar ha querido que, durante un tiempo, Ruy (Rodrigo Sorogoyen) y yo hayamos orbitado alrededor de espacios comunes: ambos estudiamos en la ECAM una especialidad que no era dirección (él guión, yo montaje), ambos estrenamos película en 2013 (él Stockholm, yo La herida) y ambos compartimos nominación al Goya a la Mejor Dirección Novel en 2014.

Un año después, en 2015, nuestros caminos volvieron a cruzarse. Pero esta vez no fue por obra del azar, sino porque Ruy me llamó para comontar, junto a Alberto del Campo, Que Dios nos perdone, la película por la que está en la terna de los mejores directores del año, entre otras nominaciones de primer nivel (incluidas Mejor Guión Original y Mejor Película).

Suelo simultanear la escritura y la dirección de mis propios guiones con el trabajo de montaje en proyectos de otros. Me gusta funcionar así; especialmente si esas propuestas son interesantes. Esto hace que cuando entre en la sala de edición me sienta en calidad de doble agente: por un lado, intentando contribuir con mi oficio a que funcione lo mejor posible ese proyecto que estoy montando y, por otro, no pudiendo evitar aprovecharme de esa posición privilegiada en la que puedes ver y aprender de cómo otro colega dirige, teniendo un acceso privilegiado al material.

El guión de Que Dios nos perdone ya prometía y por eso me había hecho tanta ilusión que Ruy me propusiera participar en la película. Conforme el material nos iba llegando diariamente a la sala de montaje, la primera intuición se confirmaba, y tanto Alberto como yo coincidíamos en que lo rodado era especialmente jugoso en todos los sentidos; fundamentalmente, y es una de mis cosas favoritas del resultado, por la atmósfera que él estaba construyendo: la de un Madrid viciado y sofocado por  el calor que servía de telón a unas interpretaciones de primer nivel.  Así, día tras día, se iba forjando la madeja de un primer ensamblado que tenía algo de laberíntico, como la propia historia que cuenta.

Con el rodaje terminado y Ruy ya incorporado al cien por cien en la sala, fue cuando aprendí otro tanto, en este caso sobre la convicción con que defendía todas y cada una de las decisiones que se iban tomando. De hecho, creo que no he trabajado con muchos directores tan seguros de cada una de sus apuestas. Y vaya si funcionaron. No hay más que ver la película, el éxito que ha tenido y las excelentes críticas que ha cosechado.

Así que, haciendo balance, la faceta del doble agente que aprende viendo cómo trabaja un colega creo que me quedó cubierta con creces; espero que también fuese así con la otra, y haber contribuido con mi granito de arena al resultado del proyecto de ese colega que confió en mí para acompañarle en la que ha acabado siendo una de las mejores películas del 2016.