Animación, confuçao y guerra creativa

Foto: ©Alberto Ortega


Por Amaia Remírez, productora de Un día más con vida |

Berlinale 2012. Restaurante Josty, en el Sony Center.

El director de Un día más con vida, Raúl de la Fuente, y yo, productora, nos peleamos a muerte con nuestro coproductor polaco Jarek Sawko por diferencias sobre el guión de la película.

Sentado con nosotros está Stefan Schubert, potencial coproductor alemán. Sorprendentemente, días después de asistir a la bronca, decide sumarse a la coproducción. ¿Por qué? Ha visto el teaser y sabe que hay algo especial ahí, y con 40 largometrajes producidos a sus espaldas no se asusta fácilmente. Nosotros, Kanaki, en cambio, apenas sabemos en qué nos hemos metido; ha pasado la inconsciencia con la que acometimos el desarrollo y le estamos viendo las orejas a la coproducción.
Cannes, 2018. Raúl de la Fuente y Damian Nenow –directores– y los coproductores celebramos en el barco de ARTE-ZDF el exitoso estreno que tuvo lugar la víspera. Thierry Frémaux dijo al presentarla: «no volveréis a ser las mismas personas después de ver Un día más con vida”.

Yo no soy la misma persona que inició junto con Raúl de la Fuente aquel camino en 2009. La coproducción ha estado plagada de dificultades, principalmente por el tira y afloja creativo, la lucha por mantener el timón de la idea, de llevar el libro más personal de Kapuściński a la pantalla. Un libro inadaptable, nos decían. Para nosotros, un disparo de bala que arroja descripciones tan vívidas que te transportan al corazón de la guerra y la descolonización y que clamaba por ser animado.

La guerra creativa e ideológica ha trabajado a nuestro favor, obligándonos a depurar el guión. Un guión complicadísimo de construir, que parte de una historia real, matizada por la mirada de Kapuściński, simplificada y dramatizada para que resultara un buen relato cinematográfico; y aún más contando con los personajes reales que, habiéndonos confiado sus vidas en 2011 para contarlas a bontade, estallaron en aplausos al verla en la Cinemateca de Lisboa en 2018. Supieron entender el pacto artístico, el juego de la animación con lo real. Entendieron que Un día más con vida es una película.

Quizás ,poco a poco las nuevas generaciones educadas en el videojuego y la novela gráfica comiencen a percibir la animación como cine, como películas. De momento, no hemos conseguido romper la barrera de la “pereza” y el encasillamiento de la animación adulta, aún contando buenas historias. Un día más con vida ha obtenido el favor de la crítica, mucha gente ha redescubierto al maestro Kapuściński, pero me pregunto si ,por ejemplo con ocasión de los Premios Goya, llegó a ser considerada como potencial candidata en sonido, música, montaje, dirección novel… o se quedó solo en su casilla de animación.

Decía que ya no soy la misma persona que cuando empecé esta producción. Me han curtido las peleas con mis coproductores para ganarme su respeto; me lo he tenido que ganar por ser la única mujer entre todos, prácticamente la única en los créditos de apertura. Aún así, tras el Goya titulares absurdos anunciaban “Raúl de la Fuente celebra el Goya con su pareja”.

Mis anteriores producciones han sido documentales: como la animación, una técnica con la que contar historias. Igual que Kapuściński cruzaba géneros narrativos y se le acusó de no ser periodista, de ficcionar, de inventar, la animación ha sido en Un día más con vida el vehículo para representar su poesía, su angustia ante la guerra y la gran confuçao en la que los seres humanos estamos sumidos, tropezando una y otra vez con la misma piedra, la guerra.