Foto: ©Marino Scandurra

 

Entrevistamos a Sylvie Imbert, ganadora del Goya a Mejor Maquillaje y Peluquería junto a Amparo Sánchez y Pablo Perona

La muda Blancanieves de Pablo Berger, la aventura helada de Isabel Coixet en Nadie quiere la noche y, en la última edición, el desquiciado Quijote de Terry Gilliam han brindado a Sylvie Imbert los tres Premios Goya que decoran su casa. Reconocida también con el premio Ricardo Franco-Academia de Cine del Festival de Málaga, Imbert ve en El hombre que mató a Don Quijote “lo mejor que he hecho”. Acostumbrada a poner textura y color a los rostros más reconocibles del celuloide y a las ideas más descabelladas de los cineastas, a esta profesional (que se inició en el cine como traductora) todavía le quedan objetivos por cumplir: trabajar con Almodóvar y en el cine francés. Eso sí, viviendo en España.

 

¿Qué significa este oficio para usted?
El maquillaje es para mí un estilo de vida, mi pasión y lo que me empuja a estar continuamente alerta, investigando nuevas técnicas, fotografiándolo todo y documentándome. Es una labor muy personal que al mismo tiempo requiere de un trabajo en equipo, pues en ocasiones he llegado a tener alrededor de 50 personas a mi cargo, como en el caso de El hombre que mató a Don Quijote, de Terry Gilliam, por el que hemos recibido el Goya Amparo Sánchez, Pablo Perona y yo. Hemos trabajado seis personas de equipo fijo más los refuerzos en España, y otros 36 para la realización de la fiesta de disfraces del final del filme.

¿Qué destacaría sobre el trabajo que les ha valido el Goya?
Sin duda la gran labor de preparación que iniciamos casi nueve meses antes del rodaje Amparo Sánchez y yo. Si no lo hubiera concebido así, jamás habríamos conseguido este resultado. Mientras la película sufría los vaivenes de adelantarse o retrasarse por compromisos de los actores, nosotras investigábamos, nos documentábamos y empezábamos a dibujar como si fuéramos a rodar al día siguiente. Éramos conscientes de que teníamos una joya en bruto entre manos, y que eso nos iba a exigir un esfuerzo inmenso y una creatividad fuera de lo normal. En cada encuentro con el director surgían ideas y exigencias nuevas. Seguir el ritmo de las ideas sin límite de Terry Gilliam era un gran reto. Lo quería todo. Y me tocó elegir equipo, lo mejor de cada casa para este propósito: un experto que fuera capaz de hacer la nariz característica que me pedía Terry en cada conversación, de la que se encargó May Effects y su equipo fijo, con maquilladores y peluqueros muy especializados. Se contó con un grupo de avance, el más creativo, para la preparación de la otra gran fijación que tenía Terry: la fiesta de disfraces , su gigante final. Estoy muy orgullosa del resultado.

¿Qué ha supuesto El hombre… profesional y personalmente?
Un grandísimo desafío tanto a nivel artístico como a nivel organizativo –nunca había tenido que hacerme cargo de un presupuesto tan elevado–, y humano, pues un equipo grande es difícil de dirigir y se necesita de un gran aguante psicológico. Sabía lo que quería Terry y había que dárselo. Intentar meterse en su cabeza no fue fácil.

¿Qué ha sido lo más gratificante?
Sin duda el resultado y el respeto que han mostrado nuestros compañeros por nuestro trabajo. Al fin y al cabo, lo han reconocido y nos han dado un Goya, y eso es una maravilla.

¿Se conoce y se valora lo suficiente esta especialidad?
El espectador ve a los actores guapos o feos gracias al maquillaje y la peluquería, pero quizás no se plantea el porqué de este trabajo para la construcción de los personajes de cada historia, o cómo decidimos ese maquillaje y esa peluquería. Pues bien, dependiendo de la iluminación, de los objetivos y del cuadro de la cámara dentro de un decorado. Después es muy importante fijarse en el diseño de vestuario para llegar a la conceptualización del maquillaje.

No todos los espectadores piensan que el maquillaje y la peluquería potencia la personalidad y le da carácter al intérprete con la composición física que hacemos de su personaje, y algunos desconocen que también sirve para ambientarle según la situación. El maquillaje va mutando según las vicisitudes que vive el protagonista y convierte a los actores en los diferentes tipos físicos a los que tienen que dar vida en la ficción.

¿Qué reivindicaría para este departamento de cara al futuro?
Un presupuesto más adecuado a las exigencias del guión, y que corresponda al nivel de la producción, al igual que el destinado a otros departamentos de una producción cinematográfica, porque por desgracia no se destinan las partidas suficientes a nuestro departamento en la mayoría de los casos…. ¡Será que no se ven a los actores en una peli!