En busca del Goya compartido | Nominados a Mejor Guión Adaptado

“La novela era mejor” es un cliché que este año no se podrá pronunciar en la gala de los Goya. La ficción literaria, fuente principal de los ganadores del Goya a Mejor Guión Adaptado, desaparece en esta ocasión entre dos libros de memorias (La noche de 12 años y Yuli), las tiras de uno de los más queridos personajes de nuestras viñetas (Superlópez) y un cortometraje que da el salto al largo (Jefe).


Por Enrique F. Aparicio

¿Quién no ha puesto imágenes en su cabeza a un libro que estaba leyendo? ¿Quién no ha pensado en la historia de un musical, de un cómic o de una obra teatral como idóneos para la gran pantalla? ¿Quién no conoce alguna vida, lejana o próxima, que contada parece de película? Los nominados al premio de la Academia a Mejor Guión Adaptado sintieron esa pulsión de transformar un material, propio o encontrado, y traducirlo a imágenes. Y parece que no lo hicieron mal, puesto que el próximo 2 de febrero pueden levantar ese Goya compartido que comenzó a fraguarse entre las páginas de libro, las viñetas de un cómic o las secuencias de un corto.

Según Borja Cobeaga y Diego San José, “Superlópez es un proyecto extraño porque había arrancado en varias ocasiones y siempre pasaba algo que lo paraba todo. Cuando nos llamaron, pensamos que íbamos a ser el enésimo intento fallido”. Durante años, y más con la pujanza de ese nuevo género hegemónico en Hollywood que son las cintas de superhéroes, la adaptación del personaje de Jan parecía cuestión de tiempo. Los guionistas vascos valoran positivamente haber contado con “una galería de personajes, un universo sobre el que empezar a construir sin tener que sentir el vértigo que supone arrancar algo de cero”, además de “una base de gente con curiosidad por ver la película”. Aunque tratándose de un proyecto de estas dimensiones, eran conscientes de que también tenían que lidiar con “las expectativas del lector original que, normalmente, no está dispuesto a que le cambies nada de lo que él imaginó”.

“El espectador va con una idea preconcebida de lo que va a ver porque él ya ha dirigido su propia película y, por supuesto, es la mejor película posible. Nos ha pasado a todos”, confiesan. ¿Qué ha mutado del cómic a la cinta de Javier Ruiz Caldera? “En cuanto a contenido, lo que más ha cambiado es el tono paródico de Superman. Hemos hecho una comedia más cotidiana y costumbrista. Al final el resultado más que la parodia gamberra y anárquica de Jan es una comedia familiar de amor y aventuras”.

Marta Sofía Martins y Natxo López lo tuvieron “relativamente fácil, puesto que no teníamos necesidad de ‘romper’ ningún material previo, sino que era cuestión de construir sobre lo que ya había”. El guión que elaboraron para Jefe partía de su propio cortometraje La media pena, igualmente dirigido por Sergio Barrejón. Casi desde el principio supieron que dentro había una película: “eran años de penurias económicas y queríamos que la crisis tuviera presencia y peso en la trama. Además, desde el principio decidimos intentar crear una historia acotada en tiempo y espacio, que pudiera rodarse sin necesidad de enormes recursos, porque levantar una película en aquel momento era una cuestión bastante complicada”, explican. “Si has decidido que quieres adaptar una historia es porque esa historia ya tiene algo que te atrapa”, reflexionan, y en el caso de la cinta protagonizada por Luis Callejo y Juana Acosta, “la dificultad tenía que ver más con cuestiones relativas a la trama, esencialmente en lo que respecta a cómo contar un viaje parecido al del cortometraje pero a lo largo de una hora y media, sin que resulte estirado”.

¿Cómo hace alguien, ante circunstancias extremas que niegan todo aquello que conoce de su existencia, para seguir conservando su condición humana? Es la pregunta con la que Álvaro Brechner se topó a la hora de transformar a imágenes el interminable cautiverio de José Mújica, Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernandez Huidobro en La noche de 12 años, que nace del libro de testimonios Memorias del calabozo. Un viaje por los límites de la mente y la resistencia humanas “con la dificultad de que frente a cierto horror hay un límite que el lenguaje no puede abordar”, explica el también director de la cinta. “Era imposible contar la historia de forma realista si solo me limitaba a una puesta en escena objetiva”, porque le parecía importante distinguir entre “qué les pasó frente a cómo lo vivieron. Muchas veces no podían saber si estaban despiertos, soñando o imaginando, si estaban siendo traicionados por sus sentidos”.

Para alcanzar a dibujar ese estado, vivió “muchos años de investigación y charlas, con los protagonistas pero también con otros presos, militares, historiadores, psicólogos y hasta neurólogos, para intentar exponer cómo experimenta un ser humano el aislamiento, la falta de lenguaje, la oscuridad, la desorientación espacio-temporal”. Una de las conclusiones es que “había algo que nadie les podía quitar: su imaginación. La última de las libertades inalienables para decidir quién quiere ser uno. Ese refugio a través del cual los tres hombres se aferraron a su espíritu para mantener su humanidad y esperanza”.

Libertad y matices

Andrea Calderwood, productora británica y vieja amiga de Paul Laverty, le envió hace años una copia de la autobiografía del bailarín cubano Carlos Acosta, Sin mirar atrás. El guionista escocés vio en su historia los mimbres de una película, pero no tomó la decisión de escribir el libreto hasta “conocer a Carlos. El clic llegó cuando Iciar Bollain y yo viajamos a La Habana para ver los ensayos de su compañía de jóvenes bailarines. Fue un momento genial. Ver todo ese trabajo duro, talento, disciplina y decisión converger delante de nuestros ojos. Pensamos, ¿por qué no bailar la vida de Carlos?”. Para él, “teníamos una ventaja abismal respecto a la palabra escrita: el baile. El baile en toda su complejidad”.

A la hora de traducir un material existente, “la ventaja principal es que la historia existe. La desventaja, también que existe. Y siempre es una dificultad añadida cuando se trata de la vida de una persona real”. Pero le resultó más fácil porque “Carlos nos regaló algo muy valioso: libertad para narrar su historia. Es una tarea mastodóntica capturar una vida tan compleja en el limitadísimo espacio temporal que te permite una película. Carlos ha vivido una extraordinaria serie de acontecimientos, uno tras otro, que aunque explicados en las páginas de su biografía se entienden bien, no funcionarían en lenguaje audiovisual. El espectador de cine pide relaciones”. En ese sentido, cree que Bollain “teje todos los niveles de la narración con tanta destreza que parece invisible. El espacio para el matiz, en las manos adecuadas, es infinito”.

Si todos los goyas se acaban compartiendo con el equipo de la cinta, los inversores que confiaron en el proyecto o la familia lejana, en el caso de Mejor Guión Adaptado la estatuilla también cae del lado de los autores primigenios de la historia. Si gana Yuli, Laverty lo compartiría con Acosta “en el sentido más profundo posible. Cedernos su vida fue un acto de fe y nunca le tuvimos mirando por encima de nuestro hombro qué estábamos haciendo con ella. Nos sentimos muy orgullosos y aliviados al saber que la película le había gustado. Nos comentó que es el mejor regalo que les ha podido hacer a sus hijos: un vehículo para saber de dónde vienen”.

Berchner, por su parte, sentiría el premio “como una celebración de la libertad. Un colofón al hecho de haber podido llevar al cine una historia real, que una experiencia cinematográfica testimonie que aún en los momentos en dónde las circunstancias extremas hacen parecer que todo esta perdido, hay reductos de libertad y dignidad moral inalienables en todo ser humano que nunca deben ser subestimados”. También “un agradecimiento a aquellos que “abrieron su alma para contarnos su experiencia, la fortuna de sobrevivir, y sobre todo con aquellos que por muchas circunstancias no lo lograron”.

“Jan ha sido muy generoso con nosotros”, concluyen también Cobeaga y San José. “Nos permitió trabajar en libertad y quiso que este Superlópez cinematográfico fuera nuestro. Dejó claro que el suyo es el de los tebeos y podíamos hacer con él lo que fuera para la gran pantalla. Él está encantado y sobre todo le gusta cómo lo encarna Dani Rovira. Y si no ganamos, siempre podremos culpar al material original”.