Quatre estacions

En las pantallas de cine hemos visto numerosas películas sobre educación, pero poco hemos podido ver sin embargo sobre nuestra realidad más cercana. Son pocas las obras audiovisuales que tratan de nuestras escuelas en clave local o documentales que se centren en estas nuevas generaciones para las que la escuela es, además de un centro de enseñanza, un lugar donde establecen las primeras relaciones sociales, crean sus referencias y se forman como individuos. Oímos hablar de educación en términos impersonales: leyes, resultados, porcentajes y objetivos. Pero poco sabemos del día a día de una clase. Desde que dejamos nuestros hijos hasta que los recogemos han pasado ocho horas de su vida durante las cuales aprenden, sufren, ríen, se relacionan, se aburren. Ocho horas, cinco días a la semana: casi ciento ochenta días al año. Y en muchas ocasiones, cuando les preguntamos “¿qué tal?, ¿cómo ha ido el día?” nos contestan con un desganado: “bien”. Y si les preguntamos “¿qué has hecho hoy?” recibimos un sospechoso “nada especial”. Nuestra intención es precisamente describir ese “agujero negro”. Nuestros protagonistas llegaron hace ocho años al colegio. Algunos llevaban todavía pañal y apenas sabían hablar, pero este año son, por fin, los mayores del colegio. Este año que comienza ellos son 6º y ellos, al terminarlo, marcharán al instituto. “Quatre estacions” es la historia de su último año de colegio, ese año bisagra en el que termina la infancia y comienza la pubertad. Una clase normal en una escuela cualquiera, en la que tenemos la oportunidad de ver el día a día de los niños y cómo los profesores y el conjunto del claustro colaboran para resolver los problemas a los que se enfrentan. Un retrato que sirve también para describir a las nuevas generaciones, esos chicos y chicas que serán los adultos de la sociedad del futuro.