Roberto Álamo, el niño que soñaba con el cine en Villaverde

En pleno Villaverde Alto, Roberto Álamo soñaba en 1982 con ser el mismísimo Jack Lemmon. Tenía tan solo doce años cuando descubrió dos películas que cimbrearon su vida. “Días de vino y rosas me hizo estar llorando tres días a escondidas. Yo quería ser Jack Lemmon para poder llegar a producir en la gente algo similar a lo que él y esa historia habían provocado en mí”. No fue la única historia que le conmovió. En Un tranvía llamado deseo descubrió a Marlon Brando, “todos los que había a su alrededor parecían lo que eran, actores, pero él era como un animal que se había colado entre ellos. Estaba viviendo la escena de verdad” Juan MG Morán

Casi una década después, cayó en las manos de su maestra Cristina Rota. Empezó a formarse para aquello que soñaba en las paredes de una escuela en la que conoció a Willy Toledo y Alberto San Juan, compañeros con los que al terminar de estudiar formó la compañía Animalario. Con ellos hizo una serie de obras que eran elegidas expresamente “porque queríamos hablar de temas muy concretos y contar lo que queríamos, poner el foco en muy diversas cuestiones”. ¿Puede la interpretación ser un arma política? “La vida es un arma política”.

Encadenó a lo largo de los años trabajos en teatro, “pero claro que ha habido muchas etapas en las que no he tenido nada en el banco. He tenido que pedir dinero a familiares o amigos para comer”, afirma cuando se le plantea que solo el 8% de los intérpretes españoles puede vivir de este oficio al tiempo que relata que también ha sobrevivido muchos meses gracias a trabajos alimenticios.

En Rodrigo Sorogoyen ha descubierto a “un tipo increíble y realmente metódico”. Cuenta apasionado que, antes de empezar a rodar, este realizador lleva consigo el guión de la película en cuatro copias: en una tiene el texto, en otra lo acompaña con la planificación de los planos, en otra apunta las intenciones que quiere conseguir con las frases de cada uno de los personajes… “Y, sin embargo, aún teniendo toda esa información, él te abre los brazos cuando llegas a los ensayos. Te pide que entres en el proyecto y lo modifiques como quieras, que seas el personaje. Eso, para un actor, es una bendición absoluta”, asegura Álamo, que aprovechó para su Alfaro, este policía impetuosísimo, todo lo que se empapó de la policía para prepararse para ser Dani en el montaje teatral Lluvia constante.

Vive “con perplejidad” haber conseguido dos goyas con solo dos nominaciones, “pero tampoco hay que darle más importancia: el trabajo es el trabajo, el premio es currar”. En este 2017 estrenará tres películas (Es por tu bien, Zona hostil y La niebla y la doncella) y, si nada se tuerce, tendrá un pequeño papel en el thriller político que prepara su admirado Sorogoyen. En los rodajes en los que interviene, el niño que soñaba con ser Jack Lemmon continuará fotografiando retratos en blanco y negro, instantáneas que ya atesora de casi todos los compañeros actores con los que ha compartido un intenso día de rodaje.