Arantxa Echevarría: “Es fundamental hacer cine social en tiempos de ‘la manada’”

Hace unos años, en los chats de lesbianas apareció una usuaria con el nick “gitanawapa”. Entre las docenas de mensajes más o menos morbosos, una pregunta: ¿de qué familia eres? “Una pregunta de gitana de verdad”, detectó Arantxa Echevarría, que encontró en el anonimato de Internet la veracidad que buscaba para sus Carmen y Lola. “Llegó un momento en el que tenía la financiación pero no la verdad”, recuerda, porque esta historia de adolescentes gitanas que se enfrentan a su identidad a contrapelo necesitaba unos cimientos realistas desde los que hacer despegar una fábula. A lo largo de varios años, unas quince chicas asesoraron a la directora, que el próximo 2 de febrero puede levantar tres de los ocho goyas a los que aspira la cinta –Mejor Dirección Novel, Guión Original y Película–. Para ellas y para cualquiera que se sienta diferente, algo que “debería ser visto como positivo”, la bilbaína ofrece una cinta que es también “una herramienta. Necesitamos referentes de felicidad”.

Por Enrique F. Aparicio

¿Cuál de las ocho nominaciones le ha sorprendido más?
Mejor Película. Con esta nominación la Academia ha abierto una puerta inesperada para el cine independiente, para el cine que ha gustado a la crítica y al público pero que no ha salido en los mass media, ni tiene una televisión detrás. Para la Arantxa Echevarría de ocho años que quería ser directora de cine, esto es como despertarse el día de los Reyes Magos. Es además un reconocimiento al equipo. Hemos hecho la cinta con medios reducidos, pero muy profesionales, y esta es una forma de pagarles su dedicación. Es un mérito de conjunto, porque esta nominación es para todos: para el auxiliar de producción, para el meritorio de producción que vino cuatro días y le compramos un bonobús porque no tenía para poder venir… de ahí a las grandes jefaturas, de las que además el 75% son mujeres.

¿La historia de Carmen y Lola siempre tuvo un final feliz?
Sí, necesitamos referentes de felicidad. Si eres realista, la película acaba mal: las chicas se escapan pero sabes que a los dos días se gastarán el dinero, no tienen dónde caerse muertas y volverán a casa. ¿Qué pueden hacer dos chavalas gitanas sin estudios en este mundo tan racista? Pero no podía darles ese final. Lo que no se ve no existe. Estoy harta de ver películas LGTB con finales terribles. Yo quiero que una chica o un chico que esté viviendo esta experiencia tenga una referencia positiva, sobre todo viniendo de lesbianas, que es una realidad muy invisibilizada.

¿Cree que en ese sentido la película sirve?
Sí, ya lo noto y me emociono. He recibido muchísimos mensajes. Una chica gitana de 15 años me escribió para decirme que había visto la película y que iba a llevar a su madre a verla para después hablar con ella. Es una herramienta. Otra chica, venezolana, vino a España porque es lesbiana y tuvo problemas con la policía en su país. Estaba amparada en la Cruz Roja y me escribieron para decirme: esta chica no tiene dinero para comer, pero ha ido cuatro veces a ver Carmen y Lola, se queda sin cenar para pagar la entrada porque siente que es su historia.

Incluso antes del estreno ya servía. Rosy, que hace de Carmen, me dijo que iba a hacer la película pero que “a mí esto me da asco. Un gitano no puede ser maricón. Tengo un primo que es maricón y cuando ha tocado a mi casa yo no le he abierto”. Fue casi un empeño personal que ella evolucionara en ese sentido. A la cuarta semana de rodaje, me pidió que fuera a cenar a su casa, me dijo que había invitado a su primo con su marido para pedirles disculpas. Me di cuenta de que si eso pasaba en rodaje, también cuando la gente viera la película. Estas nominaciones espero que sean una oportunidad para que la vea más gente.

¿Qué ha descubierto de sí misma haciendo la película?
Que soy una cabezota. Y que el cielo está lleno de valientes y de ilusos. Yo soy una ilusa a la que le salió bien la valentía. A toro pasado, no creo que me atreviera a hacer la película. Cada pequeño logro lo celebraba, pero por cada uno había cien patadas. Carmen y Lola me ha enseñado que si algo lo deseas de corazón, de verdad lo consigues, en el cine y en la vida. Yo quería que la comunidad gitana me aceptara y lo hizo, quería contar una historia sobre mujeres y que no me fuera la vida en ello y lo he logrado. Además he aprendido muchísimo de una cultura que lleva 600 años entre nosotros, ninguneada, pisoteada, maltratada… porque el odio y el miedo vienen del desconocimiento. Se ha creado un vínculo afectuoso entre nosotros que quizás solo puede darlo el cine, por la intensidad de lo que vives en tan poco tiempo.

¿Quién le gustaría que viera su ópera prima?
Los votantes de VOX. Lo voy a decir si me dan un Goya. Esa gente que dice que un pene o una vulva al nacer te define, entre otras cosas. La cinta está hecha con tanto amor que nadie puede sentir odio hacia estas dos chavalas. Que vean esta película y que reflexionen sobre qué es ser mujer o qué es el amor.

¿Está disfrutando las alfombras rojas y la exposición que sigue generando Carmen y Lola?
Para mí es positivo, amo el cine español, llevo trabajando en él desde los 18 años y he ido recorriendo todos los escalafones. Las alfombras son un lugar donde se nota que pisamos fuerte, donde se visibiliza la cultura. Un país sin cultura está abocado al desastre. El cine es uno de los medios más maravillosos para difundir cultura. Ten a una persona noventa minutos a oscuras, sin móvil, sin otros estímulos… Esa hora y media es oro. El cine tiene un poder hipnótico, Mèlies y Segundo de Chomón fueron genios, supieron verlo. Tenemos una varita mágica. Por eso me parece importante hacer cine social en tiempos de ‘la manada’, de los abuelos en las calles defendiendo mi futura pensión… Tenemos las herramientas: hemos democratizados los medios, podemos grabar con un móvil… Hay que levantar la alfombra y sacar la mierda en todos los terrenos: la mujer, la diversidad sexual… Odio que ser diferente se vea como algo malo, cuando debería molar un montón.