Por Alex Lafuente y Lara P. Camiña, fundadores de Bteam Pictures

Adquirimos Una mujer fantástica a principios del 2017, mientras competía en en Festival Internacional de Cine de Berlin y justo antes de conseguir el Oso de Plata al Mejor Guión, una Mención Especial del Jurado Ecuménico y el Premio Teddy, un galardón que se entrega en el certamen alemán la noche anterior al Oso de Oro y que recibió, por ejemplo, La ley del deseo, de Pedro Almodóvar. Nos gustó la película por la emoción contenida que transmitía; por su director, al que hemos seguido desde el principio; y porque confiábamos en que sería una de las películas iberoamericanas del año.

El cine iberoamericano, como el italiano o el francés, cuentan historias que suelen interesar al público español, por la conexión cultural que compartimos. Además de su especial emotividad, de Una mujer fantástica nos encandiló la historia: un tema tan frágil y que parece tan obvio como es la posibilidad de despedirse de un ser querido y cómo eso le es negado a Marina Vidal (Daniela Vega). La película no ha dejado de acumular nominaciones y premios, y es el único largometraje de producción española nominado este año a los Oscar. Pero lo que más nos gusta de Una mujer fantástica es que habla de la dignidad.

 

Un premio querido por la gente

Por Sebastián Lelio, director y guionista de Una mujer fantástica

Estoy en deuda con muchas películas españolas que me han marcado y me han enseñado que el buen cine es urgente y se hace con sangre, carne y garra. Debo muchos momentos de inspiración e influencia al cine español, por eso me sentí honrado por ser reconocido por una institución con tanta historia y tradición con un Goya, una de las mayores alegrías que nos ha traído la aventura de haber hecho Una mujer fantástica.

Un día después de recoger el  Goya viajé a Nueva York,  y en el aeropuerto, cuando pasé por el escáner de rayos X, un guardia me preguntó: «¿Qué es esa cosa metálica y grande que lleva en la maleta?». Le respondí que era un Goya, que habíamos ganado el Goya a la Mejor Película Iberoamericana. Juro que los ojos de ese hombre se iluminaron de golpe  y varios guardias se acercaron mientras yo abría la maleta. Aunque estaba preocupado por si me lo requisaban, les enseñé el premio y aplaudieron y vitorearon con tanta sinceridad que terminé levantándolo ante una espontánea y sentida ovación. «¡Enhorabuena, enhorabuena!», decían.  El Goya es un premio querido por la gente, por las personas para las que hacemos las películas.