El imán del photocall

marzo 11, 2019 33 edición · ·

Foto: ©Alberto Ortega


Por Santi Alverú |

La alfombra roja es un ser inerte. Esto viene bien recordarlo. Cuando el evento termina, si acuden al lugar en el que se despliega la misma, verán que nada ocurre. Se dispone inofensiva, inmutable, más tranquila de lo que estaba hace unas horas, repleta de medios vociferantes y, sobre todo, de famosos. A la alfombra roja le dan vida, por tanto, sus huéspedes. El prestigio de esta tela crece según quién la pise a uno u otro lado.

Por suerte o por desgracia para la Academia, en esta edición de sus premios al cine español, yo pisaba una nada desdeñable parcela durante gran parte del desfile inicial. Me propusieron cubrir la alfombra roja para sus redes sociales, a lo que accedí encantado. Cuando llegué a Madrid desde Asturias, para estudiar Comunicación Audiovisual, empecé cubriendo photocalls, aprendiendo (como acostumbro a hacer) más por absorción que por planificación. Así que esta era una oportunidad única para demostrar lo que sabía.

Creo que hay dos tipos de personas. Los que disfrutan de las fotografías y los que disfrutan de las entrevistas. Los profesionales a los que admiro pertenecen al segundo grupo. Respeto a aquellos que se preparan concienzudos su posado, su traje y hasta su pareja, pero me aburren. Evidentemente, la belleza indescriptible que sin duda portan muchos de nuestros actores y actrices puede ser revelada de mil maneras, y el que hace tiempo enseñaba una pierna ahora quizá muestre su espalda. Esto implica sin duda un control sobre la propia imagen que no se sabe siquiera valorar en los tiempos que corren. Pero a mí, pues psché.

Las declaraciones, la capacidad de condensar ideas claves sin meter la pata ante periodistas voraces y exhaustos que habitualmente buscan más titulares que calidad, es un universo que me atrae por su volatilidad, por su importancia tan asociada al instante. Ahí es donde yo intentaba navegar, con mayor o menor éxito.

Recuerdo ver a Rosalía a un palmo (bueno, a varios palmos, ya me entienden) de mi cara y flipar un poco. Como cuando uno ve una aurora boreal o una explosión. Jamás he visto ninguna, igual que jamás he escuchado una canción suya, pero no lo necesito para saber que es fascinante. Recuerdo empezar con Silvia Abril y Andreu Buenafuente y tener un miedo terrible. Andreu Buenafuente me aterra desde que una vez le envié un paquete de jamón. Un paquete de jamón envasado al vacío, con un USB con vídeos míos, para ver si me daba curro. Les juro que hice eso, menuda vergüenza, espero que no se acuerde, que algún becario se comiese el jamón y tirase el USB. Y recuerdo un abrazo muy guay a Diego San José y a Borja Cobeaga, a Andrea Bermejo y a José Fernández, a Luis Hacha y a Eva Calleja, mientras me paraba a pensar en lo improbable que hubiese sido hace unos años encontrar amigos en ese Vietnam particular que es la alfombra roja. Un lugar feliz para mentes desquiciadas.