Guerra y tortugas | Los nominados al Goya a Mejor Música Original

Analizamos las partituras de Arturo Cardelús, Alberto Iglesias, Pascal Gaigne y Alejandro Amenábar, nominadas al Goya a Mejor Música Original

| Por David Rodríguez Cerdán

 

Buñuel en el laberinto de las tortugas | Arturo Cardelús

El madrileño Arturo Cardelús ha sido el compositor revelación del año con su partitura para el largo animado de Salvador Simó Buñuel en el laberinto de las tortugas, pero lleva una década larga haciendo música. Tras formarse en España, Berklee y Budapest como pianista y compositor, se dio a conocer primero con el gardeliano Tango para violín y piano y luego Con aire de tango para un ensemble de la Filarmónica de Berlín, encargo que le conectaría con la película italiana Chiamatemi Francesco. Su banda sonora para el debut de Simó le ha hecho acreedor de una serie de reconocimientos al que se suma ahora su primera nominación al Goya. Cardelús explica que la amistad entre Buñuel y Ramón Acín ha sido la llave para llegar al corazón de la película. “El mayor desafío fue describir las contradicciones de Buñuel, cuya música es algo esquizofrénica porque se mueve entre una tonalidad con dejes fellinianos y minimalistas y el atonalismo que evoca el imaginario surrealista”. El contraste lo aporta la música de Acín, “escrita en transparencias para reflejar la moderación de su carácter”, comenta el compositor. Cardelús se dio el lujo de grabar en Abbey Road, pero no hubo tiempo para improvisar. “Grabamos en tres sesiones, empleando una orquesta de cámara y un coro de la Royal Academy of Music, si bien en varias escenas trabajamos con un cuarteto y un trío”, puntualiza. El resultado es una obra de línea clara, que se desenvuelve con igual fuerza tanto dentro como fuera de la pantalla.

Dolor y gloria | Alberto Iglesias

Alberto Iglesias, un infalible de nuestros premios, ya acumula con la presente candidatura de Dolor y gloria nada menos que diecisiete nominaciones al Goya en la categoría de Mejor Música Original. El  año pasado estuvo nominado por Yuli y este año vuelve a estarlo por su última colaboración con Almodóvar –y ya van once películas juntos desde La flor de mi secreto–. Dolor y gloria es quizás la entrada más introspectiva de la filmografía del cineasta manchego. Y el compositor vasco ha honrado el intimismo autobiográfico de la trama con una composición neoclásica más tenue y textural de lo que es habitual en él –la plantilla base consiste en un sexteto de cuerda con clarinete y piano– que incorpora unos sofisticados diseños electrónicos “significantes y no ornamentales” –Iglesias dixit– para describir casi clínicamente los distintos padecimientos y enfermedades del protagonista, Salvador Mallo (como el tinnitus evocado con un sintetizador óxido y un agudo de violín al principio de la película). Además, Iglesias ha querido captar en la textura la característica luz cenital de la película y vocear con el clarinete al doliente protagonista. La única excepción a estas introspecciones es el montaje Geografía y anatomía, que permite a Iglesias despegarse del dolor para cursar en tres minutos y pico un itinerario descriptivo muy contrapuntístico y agitado por la orografía biográfico-sentimental del protagonista.

La trinchera infinita | Pascal Gaigne

Otro veterano de los Goya es el compositor francés afincado en Donosti Pascal Gaigne, quien puede presumir de cinco nominaciones a busto del pintor, y llevarse el Goya al agua por Handia en 2018. La trinchera infinita es su decimoctava colaboración con ‘los Moriarti’ –Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga–, pero Gaigne insiste en que cada proyecto con ellos es tabula rasa. “Para esta película decidimos una música que fluyera desde el silencio. La idea era que hubiese muy poca, pero con mucho protagonismo”. Aunque pueda parecer lo contrario, este reduccionismo es muy arduo y laborioso. “Eliminar todo lo superfluo y quedarnos solo con lo esencial era la premisa”, explica Gaigne. Los cineastas y el compositor se decantaron por una música atmosférica para guitarra solista, cuarteto o quinteto de cuerda y sintetizadores que sortea el folclorismo rural para proyectar el drama de la pareja desde un sentimiento deslocalizado, universal. “La electroacústica me interesa mucho últimamente; no por cuanto ofrece la posibilidad de imitar o suplir instrumentos, sino como medio de creación de auténticas huellas sonoras sincréticas”, elabora Gaigne. La sugestión y no el “empapelado” dramatúrgico habitual ha sido pues la clave para incidir en la historia. “Creo que el interés de esta música reside en su apariencia de simplicidad… siempre es muy difícil conseguir esto porque de cada nota depende el sentido y la emoción de una escena. Es una desnudez absoluta”, concluye.

Mientras dure la guerra | Alejandro Amenábar

Alejandro Amenábar llevaba cuatro años sin asomarse a la cartelera, pero ha vuelto por la puerta grande como coguionista, compositor y director de Mientras dure la guerra, su rigurosa historia del golpe de estado visto desde las lentes de Miguel de Unamuno, el nuevo héroe amenabariano después de Ramón Sampedro –Mar adentro– e Hipatia de Alejandría –Ágora–. Es además la quinta banda sonora que autocompone para su cine fuera de Ágora (Dario Marianelli) y Regresión (Roque Baños). “Para mí el reto es asumir la composición, algo ante lo que dudo mucho en cada película porque, después de trabajar rodeado de grandes profesionales, lo último que quiero es estropearlo yo todo al final. Lucio Godoy –productor musical de la partitura– es quien siempre me anima a lanzarme y se lo agradezco”, nos cuenta. “Llevaba la melodía principal literalmente grabada en la cabeza, antes incluso de rodar. El día en que me senté frente al teclado salió todo de un tirón, y de hecho creo que nunca he compuesto tan rápido una banda sonora”, prosigue. El concepto consistía en elaborar un acompañamiento de carácter marcadamente español que conectase con el nacionalismo musical de la época. “La música” , añade, “discurre en tres niveles: la intimidad de Unamuno, los entresijos de Franco y la reflexión sobre nuestra identidad nacional. Por eso el genérico a veces suena como una nana y otras como un himno. Mis referentes han sido compositores de la época como Joaquín Rodrigo o Salvador Bacarisse, marcados –como el propio Unamuno– por la tragedia de la guerra.”