La cámara a su altura | Sobre el Mejor Cortometraje Documental

El productor de Nuestra vida como niños refugiados en Europa, dirigido y producido por Silvia Venegas Venegas, reflexiona sobre el recorrido de esta historia, que logró el Goya a Mejor Cortometraje Documental en la 24 edición de los premios

 

| Por Juan Antonio Moreno Amador

Nuestra vida como niños refugiados en Europa es un cortometraje documental, pero bien podría haber sido un largometraje o una serie. Podría serlo, desgraciadamente, por el número de niños refugiados que han llegado a Europa en los últimos años y porque la historia de cada uno de los protagonistas podría ser un largometraje en sí mismo.

Su directora, Silvia Venegas, tenía muy claro desde el principio que quería realizar un cortometraje donde los niños fuesen los únicos protagonistas. Quería que sus historias fuesen contadas únicamente por ellos. Quería escucharles.

Era verano en Atenas, las calles parecían desiertas, pero era fácil distinguir a las familias refugiadas deambulando por la ciudad. Había demasiados niños y necesitaban atención. Necesitaban que se les escuchara y necesitaban jugar. Nos contagiamos de todo ese ambiente. Y lo mismo nos ocurrió después en la isla griega de Lesbos y meses más tarde en Suecia.

Cada vez que un niño se ponía delante de la cámara, el director de fotografía, Alberto González, la movía para ponerla a su altura y generábamos un espacio de intimidad para que pudiera expresarse con libertad y respeto. Y lo hicieron, con autenticidad y espontaneidad, incluso cuando algunos decidieron ocultar su rostro por miedo.

En total recogimos más de 20 horas de testimonios, que Silvia convirtió en un cortometraje de 15 minutos, un dardo directo al corazón que los miembros de la Academia han considerado el Mejor Cortometraje Documental.

Y gracias a este reconocimiento, el Parlamento Europeo va a llevar a cabo una proyección ante los eurodiputados para debatir sobre la situación de los niños refugiados en Europa, y solicitar el cierre del campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos.

Sin duda, este es el mejor recorrido que uno puede imaginar para un cortometraje documental. Este y otros documentales nos han enseñado que se puede cambiar la realidad. Hace ahora diez años, Silvia y yo decidimos crear la productora Making DOC porque creíamos que los documentales podían construir un mundo mejor.

Y quisiera aprovechar este espacio para agradecer a todas las personas que nos han acompañado en este camino y a los compañeros de la Academia por empujarnos a seguir creyendo en el poder transformador del cine.