La lección del abejorro | Sobre la Mejor Película de Animación

Ilustración en exclusiva de José Luis Ágreda para ACADEMIA

José M. Fernández de Vega, uno de los productores de Buñuel en el  laberinto de las tortugas, desgrana el camino «imposible» que les ha llevado al Goya a Mejor Película de Animación en la 24 edición de los premios


| Por José M. Fernández de Vega

Ext. Almendralejo. Estudios Glow – Mediodía.

Dos caballos pastan tranquilos frente a un moderno edificio en el que se lee «Factoría de la Innovación».

Al lado, una calle formada por pequeñas naves en las que agricultores guardan su maquinarias. Varios de ellos discuten amigablemente sobre el precio de sus productos.

Interrumpen su charla para saludar a un numeroso grupo de personas que pasan junto a ellos. Sus aspectos (sombreros, pelo largo, ropa llamativa) parecen no encajar con este paisaje.

Es la hora de salir del estudio The Glow, en el que poco a poco se está gestando un milagro.

Almendralejo. 2016. Una ciudad extremeña de unos 34 000 habitantes. Aquí no llega el AVE. Tampoco hay atascos. La industria local es la derivada de la producción agrícola. Un sitio extraño quizás, para que un numeroso grupo de artistas estén produciendo un largometraje de animación tradicional, Buñuel en el laberinto de las tortugas.

Un sitio extraño, y que sin embargo encaja a la perfección. Producir esta historia en Extremadura, donde se desarrolla Las Hurdes. Tierra sin pan, la película del genio de Calanda, es un cierre brillante (y algo surrealista) para una fantástica historia de visión, pasión, esfuerzo y talento.

En Extremadura se rodó el documental de Buñuel. También aquí Fermín Solís escribió su libro original, que me inspiró para hacer un pequeño cortometraje en 2015. Enseguida vi que allí había algo más que no se podía contar en tan poco metraje. Y por suerte, también lo vio Manuel Cristóbal, que si de algo sabe es de animación independiente y de apostar por lo desconocido. No solo en los proyectos, sino también en el talento. Confió en Salvador Simó para hacer su primera película, también en Eligio Montero para su primer guión de largo y aceptó la propuesta que le hice de producir esta película en mi ciudad.

Esta cinta ha sido una combinación brillante de experiencia y de ganas. Manolo Galiana dirigiendo la animación de la película a sus 70 años, junto a recién licenciados de veintipocos, que compensaban con creces su inexperiencia con sus ganas de aprender.

Un surrealista ecosistema de gentes venidas de todo el mundo: desde Harvard hasta Gobelins, desde Dinamarca hasta Estonia… trabajando codo con codo con personas que nunca podrían haber pensado que en su tierra podrían tener su primera oportunidad laboral, ni más ni menos que en una película de animación.

Crecer desde un pequeño cortometraje dirigido y producido por mí a este gran proyecto implicó renuncias. Pero mereció la pena. Ver cómo surge algo que no existía, que crece, se termina, sale al mundo y hace disfrutar a tanta gente al conocer esta gran historia… es algo que no se puede explicar.

Ahora que hemos ganado el Goya a la Mejor Película de Animación, sabemos que lo que hicimos era imposible.

Crear desde la nada un todo tan redondo. Era imposible. Hacer cine de animación en Almendralejo, y llegar a competir por el Oscar, era imposible.

La noche de los Goya me acordé del abejorro. Los científicos dicen que no puede volar. Porque sus alas son pequeñas, su cuerpo grande, y la física no se lo permite.

Pero él no lo sabe. Y por eso vuela.