Patricia López Arnaiz: “Me sientan bien los personajes con arrojo”

Foto: ©Papo Waisman

En su primera nominación ha logrado el Goya a Mejor Actriz Protagonista

|Por María Gil

 

La primera vez que se puso delante de una cámara fue en 2009, de mano de Jose Mari Goenaga y Jon Garaño, en 80 egunean. Desde ese bautismo cinematográfico que le puso “los dientes largos”, en los últimos cuatro años Patricia Lopez Arnaiz no ha parado. Alejandro Amenábar, Alberto Rodríguez, Julio Medem, Fernando González Molina, David Ilundain y Mariano Barroso son algunos de los directores con los que ha trabajado esta vitoriana, a quien la exposición mediática le ha llegado ya adulta y con los pies en la tierra. Rostro de ficciones televisivas como La peste y La otra mirada, Arnaiz ha recibido alabanzas y reconocimientos por encarnar a Lide en Ane, de David Pérez Sañudo, desde su paso por el Festival de San Sebastián. La noche de los Goya, el premio a Mejor Actriz Protagonista encumbró su interpretación de esta madre atípica e imperfecta, que le encantó desde la primera lectura de guion: “cuando leí el planteamiento del personaje pensé: buah, ¡qué quinqui!”.

¿Qué soñaba ser cuando era niña?
Lo que más me gustaba era bailar y me pasé toda la infancia gastándome la paga en pilas y trajes que nos hacíamos. Bajábamos la radio y en una calle peatonal en el barrio nos poníamos a bailar.

La vocación de actriz llegó mucho más tarde.
Estudié Publicidad y Relaciones Públicas y cuando acabé la carrera no me enganchó; pasé una temporada viviendo experiencias, viviendo en distintos sitios. Me pasaba esta cosa un poco característica de la veintena: una energía muy fuerte que sentía que tenía dentro y que no sabía cómo canalizar. Probaba cosas creativas por disfrute, pero me faltaba encontrar una disciplina, un medio, para verdaderamente sentir que me expresaba y que echaba lo que llevaba dentro. Cuando tenía 25 años abrieron una escuela de teatro nueva en Vitoria y fui a probar. Rápidamente me encontré súper cómoda, fue un descubrimiento revelador al que dedicaba el tiempo libre. Tampoco sabía distinguir dónde estaba el límite de la profesionalidad, cuándo estabas preparada, así que ni soñaba con ello.

¿Cuándo se dio cuenta que el audiovisual era lo suyo?
Seguía sin tenerlo claro hasta que hice El guardián invisible, hace cuatro años, y ahí ya tenía un personaje secundario, con material con el que trabajar, y de repente me descubrí utilizando recursos que yo había estudiado y lo disfruté mucho.

Ha encarnado en la pantalla a muchas mujeres fuertes, con personalidad. ¿Por qué cree que le ven en esos perfiles?
Hay algo que emanas, cada uno con su carácter, que siempre te va a situar más cerca de unos personajes o de otros. Yo soy fuerte a veces y a veces no. ¿Qué es la fortaleza? Igual son personajes fuertes porque le echan arrojo. Desde luego, me encuentro muy cómoda, me sienta bien sentirme independiente, con arrojo. Esas escenas las disfrutas mucho porque te tienes que poner en un sitio muy empoderado. Y me gusta mucho cuando se juega con la torpeza, con la imperfección. Porque también pueden ir de la mano. A veces se dibujan personajes como muy heroicos y me encanta cuando está esa fuerza y ese empoderamiento, pero desde un sitio más realista, también con sus defectos.

¿Cómo se aproximó a Lide?
El guion y la manera en la que Marina y David imaginaron al personaje estaba cargado de mucha verdad. Estás trabajando un personaje complejo, no es una madre coraje al uso. Está llena de imperfecciones y el viaje es el de querer mejorar y contactar con lo que le pasa a ella misma. Precisamente porque al principio se la ve tan dura, todo el rato rebotando la culpa a los otros, como si pasara de todo. En el fondo, haber sido madre a los 17 años y haberse hecho cargo de su hija supone un vínculo súper fuerte. Lo interesante es que intente que la apariencia sea totalmente diferente a lo que realmente es, por miedo a romperse.

Es uno de los guiones más complejos que he leído. Veía capas y capas. La transformación está en el guion, yo no tuve que remar a contracorriente en ningún momento, todo me venía y me pasaba. El reconocimiento que estoy recibiendo tiene mucho que ver con esto, que la materia prima es de una calidad suprema, que te facilita todo y te hace viajar.

Rodaron en su ciudad natal, Vitoria.
Las localizaciones fueron al lado de calles donde yo había trabajado, carreteras que llevaban al pueblo donde vivía yo entonces… estaba en casa. Familia y amigos se acercaron al rodaje. Fue bonito juntar las dos vidas, la profesional y la personal, que viviendo en Vitoria muchas veces no conecta.

¿Cómo vivió esta excepcional gala telemática?
Fue un formato que disfruté mucho. Al final estás en un ambiente muy íntimo. Empezamos con el premio de Jone [Laspiur] y eso fue increíble, luego llegó guion, luego el mío… fue un momento súper especial. Estábamos reunidos en una granja, con todo el contraste que nos generaba la otra parte más glamurosa.

Su nombre había sonado muchas veces en la temporada de premios. ¿Se sentía favorita?
Mi objetivo era llegar al 6 de marzo con vida, porque llevaba una carrera de dos meses a contrarreloj. Ha sido como una yincana vital muy fuerte y he acabado agotadísima. El rodaje de La cima, de Ibon Cormenzana, se enganchó con toda la prensa y la temporada de premios y he tenido unos picos de estrés tan fuertes que no he tenido mucho tiempo de estar en la idea, estaba más en la acción.

En un año tan complicado, ha llegado el Goya. ¿Cómo se viven los éxitos en esta coyuntura?
La onda expansiva de todo lo que está pasando con la película es muy grande. Lo vive contigo tu familia, tus amigas y amigos y la familia y amigos de ellos. Ha sido una locura todo el cariño que hemos recibido. Mi familia dice que les ha venido muy bien, porque están siendo tiempos muy difíciles. Te hayan pasado cosas traumáticas o no, ya llevamos un año con unas limitaciones que van dejando huella y que pesan, así que estos momentos se viven con mucha gratitud, por poder aliviar lo otro, cargar energías para seguir. El Goya es un símbolo que da alegría a la gente, es algo histórico, que conocemos, que está tan en nuestra cultura que despierta mucho interés.

Ha sido la edición de la paridad, con el mismo número de mujeres directoras y hombres directores nominados, y también 50-50 en el palmarés. ¿Esta tendencia ha venido para quedarse?
Lo que anhelamos es esta paridad, y espero que se quede y que realmente veamos en los equipos cargos de responsabilidad de mano de las mujeres, que hay muchísimo talento y que cada vez se están poniendo menos obstáculos que es lo que realmente falla en la cadena. Esta edición ha sido una maravilla en ese aspecto. Yo en Ane noto la mano de Marina Parés en el guion. Ahora tengo un proyecto entre manos, un cortometraje que ha escrito y va a dirigir Marta Nieto, estamos ahí empezando y ha sido un placer reunirme con ella. Es una mujer súper inteligente y es muy interesante lo que tiene entre manos.

80 egunean, Campanadas a muerto, Ane… son muchas las producciones vascas en las que le hemos visto interpretar en euskera.
Me resulta más difícil porque no es mi lengua materna, pero es un placer que cuenten conmigo y me encanta llevar el euskera a donde puedan llevarlo. Hay muchas producciones en teatro, y en el cine cada vez más. Es bonito escucharlo y me encanta saber que la gente no tiene complejos de ver una película subtitulada. Al final estamos contando una historia que sucede aquí y nos acercamos a la realidad lo más que podamos. Y el lenguaje es súper importante.

¿En qué historias la veremos próximamente?

Por estrenar queda La cima; La hija, de Manuel Martín Cuenca; estoy haciendo una serie que se llama Feria, que nos falta poquito para acabar, y tengo una colaboración especial en Mediterráneo, de Marcel Barrena. Y de rodaje lo primero es el corto de Marta. Es un momento muy fértil. Me están llegando propuestas bonitas y voy a tener trabajos interesantes. Estoy con ganas de descansar para ponerme con fuerza con todo.