Salvador Calvo: “Hay que soñar en grande”

Foto: ©Papo Waisman

Logró el Goya a Mejor Dirección con su segunda película, Adú 

Con tan solo dos películas a sus espaldas, ha conseguido cosas que están al alcance de muy pocos cineastas españoles. La veintena de series, miniseries y TV movies que había dirigido en televisión le enseñaron a coordinar equipos, a trabajar con actores de todo tipo de escuelas y a resolver problemas en poco tiempo. Una preparación fundamental para rodar su ópera prima, 1898. Los últimos de Filipinas, que obtuvo nueve nominaciones a los Premios Goya del 2017, premios a los que volvió a optar con el corto de ficción Maras. Su segundo largometraje, Adú, ha dado la victoria a Salvador Calvo, que logró el Goya a Mejor Dirección con estas tres historias entrelazadas sobre la inmigración, también reconocidas en las categorías de actor revelación, sonido y dirección de producción.

Salvador Calvo volvió a ponerse el esmoquin con el que vio la gala de los Goya 2021 para recibir la estatuilla en la Academia de Cine, sede a la que acudió con su “soporte”, su pareja y su hija. “Agradecidísimo” a los compañeros y a la Academia “porque los tres trabajos que he hecho en cine han estado nominados. Me siento muy querido”, este director madrileño que se ha criado leyendo a Joseph Conrad, Julio Verne y Mark Twain, de donde le viene su atracción por las grandes historias, no piensa hacer caso a la observación de su guionista de confianza, Alejandro Hernández, “que más de una vez me ha dicho que empiece a pensar en algo más pequeño. Yo sigo soñando en grande”.

|Por Chusa L. Monjas

¿Qué sintió cuando Gracia Querejeta leyó su nombre como ganador?
Sinceramente, no me lo esperaba. Había hecho mil cábalas, podía ser este año, podía no ser… Los otros tres nominados –Isabel Coixet, Iciar Bollain y Juanma Bajo Ulloa– son parte del cine español, los admiro.

¿Qué da un Goya?
De momento, muchísima alegría y satisfacción. El reconocimiento de mis compañeros tiene muchísimo valor, es un premio del que estoy muy orgulloso.

¿Cuál es el mensaje de Adú?
Que tenemos la oportunidad de cambiar. Un amigo me contó que, al día siguiente de ver la película, se acercó al mantero que veía todos los días y le preguntó de dónde era y cómo se llamaba. Ahora se saludan y charlan un rato.

De las tres historias, ¿cuál es la que más ha calado?
La del camino hacia la supervivencia de Adú es el alma de la película. La del padre y la hija –interpretados por Luis Tosar y Anna Castillo– es menos relevante. Está planteado para que se vea en paralelo los problemas del tercer mundo y del primero, que son insignificantes cuando los comparas con el hambre, con caer en manos de un pederasta o en una red de tráfico de órganos humanos.

Dedicó el premio “a todos los Adús y Massars del mundo; a esos niños que recorren el planeta aspirando a una vida mejor quiero decirles que el mundo no es nuestro, es de todos. Quiero decirles que, de verdad, lo pueden conseguir”.

Estos últimos años nos han demostrado que el sistema no funciona, no funciona en ningún sentido, y la pandemia es parte de eso. Tenemos que cambiar muchísimas cosas, ahora el reto más cercano es que las vacunas y las patentes sean libres para que puedan llegar a todos los rincones del mundo porque, si no curamos a la gente del tercer mundo, la enfermedad va a seguir viva y va a venir con otras mutaciones más mortíferas. Estamos en un momento en el que hay que demostrar la solidaridad de todos. De lo contrario nos vamos a entrampar en algo letal para todos. No podemos mirar hacía otro lado, porque nos va a salpicar.

A la hora de mirar al otro, ¿nos falta empatía?
Sí. Muchas veces los medios de comunicación nos han anestesiado. Ahora, con las víctimas de la covid cuando dicen: ‘hoy han muerto 234 personas, mucho mejor que ayer’. ¡Son 234! Cuando les pones cara y nombre es terrorífico. No les culpo, es parte de un sistema que tenemos que no funciona. Hay que recordar que los 234 que han muerto, los 80 que han cruzado la valla o los 33 que han perdido la vida en una patera son niños, madres, abuelos, jóvenes con un futuro por delante… Lo que hemos intentado en la película es focalizarlo en los personajes de Adú y Massar, y cuando lo ves ya no te da igual.

GRANDES HISTORIAS

Su drama sobre la inmigración ha sido la segunda película española más taquillera del año, con 6,5 millones de euros de recaudación.
Una cifra que para los productores era impensable. Creo que las buenas historias, las historias que te tocan, que te llegan, interesan al público. Es una película con un 40% en inglés, francés y en otros idiomas, lo que exige un esfuerzo. Cuando arrancamos con la historia, empecé a escuchar que a los niños se les iba a doblar, pero se dieron cuenta que se perdía la fuerza, la verdad que tenían era imposible de recuperar si se hubiera doblado.

Ha recibido numerosos mensajes de agradecimiento de espectadores africanos.
Con las plataformas hemos perdido presentar la película en distintos sitios y ver de cerca cómo la hacían suya los espectadores de otros países. Ahora, a los pocos meses está en una plataforma y llega a todos los rincones del mundo. He recibido mensajes de gente de Somalia, de Tanzanía, de la India, donde hay un portal con 11 millones de personas que ha recomendado Adú, le ha puesto 5 estrellas.

En sus agradecimientos citó a Pedro Costa, su mentor, y a Paolo Vasile, “por ser valiente, por hacer un cine diferente”. Por cierto, su primera producción arrancó por Enrique Cerezo.
Vasile y Cerezo son dos grandes figuras. A la gente le sorprenderá, pero Paolo se tomó esta película como algo muy personal. En el estreno del filme me abrazó llorando, porque desde hace tiempo quería hacer algo con Salvini en Italia, quería desmontar el discurso de la ultraderecha en su país. En un momento me comentó que, quizá, se estaba equivocando, que él era un gestor que tenía que ganar dinero para su empresa y se estaba dejando llevar por el corazón. Yo aplaudo su valentía y en la ceremonia dije que no se equivocó, que se percibe cuando las cosas se hacen con el alma.

El acto de hacer una película como Adú, ¿es político?
Sí. Siempre me he metido en esos avisperos. Hice una de las primeras series que abordaba el tema de ETA, El padre de Caín, y recibí mensajes tipo ‘tienes que probar lo que son las bombas de ETA’. No sé si por inconsciencia o por pasión por la profesión, no me achico. Hice también la miniserie Niños robados, que me afectaba en lo personal; y Alakrana, sobre el secuestro del buque por piratas somalíes.

A través del cine, ¿qué le gustaría explorar?
Soy un amante de las grandes historias que, de alguna manera, tocan la realidad. Soy fan absoluto del cine americano de los setenta, es la edad dorada. Grandes historias, a veces duras y comprometidas, ese es el cine que me gustaría hacer. Uno de los directores que más me gusta es Scorsese, pero, aunque me entusiasman, no contaría historias de gánsteres. Si me dejan, me acercaría más a la filmografía de Peter Weir.

UN ACTO «MÁGICO E INSUSTITUIBLE»

Su vocación, ¿de dónde le viene?
Mi padre trabajaba en TVE y me inculcó su amor por el cine desde muy pequeño, hasta sobornaba al acomodador para que, como no tenía la edad, me dejara ver películas que él consideraba que tenía que ver. Poco antes de su muerte le dije que pusiera mi nombre en IMDB, y cuando vio lo que había hecho se puso a llorar.

Las nuevas directoras del cine español forman un grupo compacto: Pilar Palomero, Celia Rico, Carla Simon, Belén Funes… ¿Pasa lo mismo con los cineastas de su generación?
Tengo muy buena relación con Alejandro Hernández, soy amigo de Alejandro Amenábar, conozco a Oskar Santos y a Mateo Gil. En mi generación, Amenábar y Mateo Gil han abierto muchos caminos. Lo bonito es beber de varias fuentes; de Berlanga, que es un maestro, de Buñuel, cuya obra me parece brillante.

Ya que ha citado a Alejandro Hernández, ¿se atrevería a escribir un guion?
No escribo, pero participo en el proceso creativo. Durante la pandemia me he puesto a ello, he dado ese pequeño paso, pero si me comparo con los guionistas que he trabajado, con Michel Gaztambide, Jorge Guerricaechevarría, Alejandro… estoy a años luz.

¿Esconde la pandemia una nueva película?
Mi pareja, Juan, que es arquitecto, me contó una historia que le ocurrió a una persona que trabaja con él, y pensé: aquí hay un largometraje. Puede que en un futuro lo haga porque es una historia que te pega un puñetazo en el estómago y dice mucho de la sociedad que somos. Pero ahora mismo tocar este tema que está tan reciente, no lo sé. Está siendo muy duro para todos.

¿Volverá a la televisión?
Como me ha costado mucho llegar aquí, voy a intentar seguir mi carrera cinematográfica, pero también haré televisión. Ahora hay más dinero en el capítulo de una serie que en cinco películas indies. Pero el cine es otra cosa, ver una película en la gran pantalla es un acto mágico. Tenía diez años cuando me colé para ver El resplandor y recuerdo que pasé una semana y media sin poder dormir del miedo que me dio. Estoy asustado por lo que está pasando, pero soy positivo porque el cine no va a desaparecer, se reinventará. Conseguiremos que siga vivo, contar historias para que se vean en las salas es insustituible.

Es un director que repite. Ha vuelto a contar con el guionista Alejandro Hernández y con los actores Luis Tosar y Álvaro Cervantes.
Soy una persona muy fiel. Me gusta devolver a las personas que me han dado cosas. Luis Tosar y Álvaro Cervantes son muy generosos, cuando se estaba fraguando Adú ellos estaban muy presentes porque en el rodaje de 1898. Los últimos de Filipinas les presenté al niño en el que está inspirado la película.

En este momento, si su vida fuera un género cinematográfico, ¿cuál sería?
Un drama con final feliz.