Ángeles con espada

El Valle de los Caídos fue una obra de Franco, una particular obsesión. Él encontró el lugar, expropió los terrenos, mando construir a cualquier precio, decidió sus constructores y su estética, la ética no estaba en el guion. Una historia a piedra y fuego, un símbolo que también conoció las peleas dentro del Régimen, franquistas contra falangistas. Los ganadores también tenían sus perdedores. Fue, ya no sigue siendo, el lugar donde bajo mil quinientos kilos estaba enterrado uno de los más ignominiosos personajes de nuestra historia. Finalmente la historia no le ha dado la razón. Un recorrido por una historia de esclavos, de sueños megalómanos del que creía ser el salvador de la fe y la patria, las ayudas que recibió, el negocio que propició, el despilfarro de una construcción multimillonaria en un país devastado. No había que exterminar a los presos, al menos no a todos, era mejor ponerles a trabajar a beneficio de unos pocos. Alguien dijo que el franquismo “era una dictadura templada por la corrupción”