Del otro lado

Mi mamá murió sólo días después de que se anunciase el inicio de los diálogos de paz con las FARC.

En nuestra última conversación me dijo que los había perdonado a todos y que no quería que nadie más viviera
lo que ella vivió. Había estado secuestrada por el Frente XVI durante casi dos años, en un rincón de la selva
colombiana. Mi hermano y yo nunca habíamos hablado del tema. Sin querer, enterramos en el olvido la rabia, el
dolor, la impotencia y la euforia de volver a verla. Incluso habíamos olvidado el diario que le habían permitido
escribir y que trajo consigo de vuelta. Cuatro cuadernos de hojas amarillas, en donde mamá explica los peores
603 días de su vida.

Leer el diario por primera vez nos impulsa hacia un abismo. Ubicamos lugares, desciframos nombres y
decidimos comenzar un viaje por selvas y montañas siguiendo el rastro de su dolor; buscando también a los
guerrilleros con nombre propio que ocupan gran parte de las páginas de esos diarios, y que ahora, ya
desmovilizados, puedan poner luz sobre esa época oscura de nuestras vidas. Seguir la estela de mamá es
seguir el camino del perdón. Mi hermano y yo nos preguntamos si al final de este viaje también seremos
capaces de perdonar.