Escribir un guión
MEJOR GUIÓN ORIGINAL | TRUMAN
Por Cesc Gay
Escribir un guión me ocupa entre dos y tres semanas. Cuando le cuento esto a algún productor se le iluminan los ojos y esboza una gran sonrisa. Lo que no sabe es que para ello necesito casi un año de trabajo previo en el que pienso, imagino y, día a día, junto a Tomàs voy construyendo la historia, dibujando sus personajes y dándole vueltas y más vueltas a la película que muy lentamente va tomando forma dentro de mí.
Esos meses de trabajo, por mi experiencia, son los más importantes de todo el proceso de hacer una película. Cuando se hacen sin prisas, dejando que las ideas y las dudas vayan surgiendo y resolviéndose, el guión que saldrá después estará en su punto y consecuentemente la película una vez terminada también. El problema es que en general no te dan ese tiempo, o a uno no le pagan lo que le tienen que pagar para disponer de esos meses donde lo único sagrado que hay que hacer es poner en entredicho cada mañana todo lo que se ha pensado y construido hasta entonces. Yo tengo la suerte que sí me dejan trabajar así.
Esa libertad que siento de poder empezar de nuevo cada día cuando nos encontramos con Tomàs es única y ya nunca después volveré a sentirla. Porque a la que entregas el guión a tu productor estás acabado. Entonces la película va en serio y empiezan a sonar los teléfonos y como fichas de un dominó una decisión te lleva a la otra sin vuelta atrás.
Por eso hay que ser pacientes y sobre todo defenderse de cualquiera que intente apresurar e interferir en ese proceso.
Pensar un guión y entender uno mismo en qué lío se está metiendo es lo más importante y lo único que hay que exigirse. Para ello utilizo todo tipo de estrategias que distraigan mi ansiedad y ayuden a mi escasa capacidad de concentración. Correr me ayuda últimamente, ir en moto por la ciudad, sentarme en un bar, andar, escuchar música, ir al supermercado, ver partidos de tenis, golf o saltos de esquí son distintos momentos en los que mi cabeza puede, sin darse cuenta, prestar atención a la película e intentar avanzar mientras hago esas cosas.
Al mismo tiempo, y cuando los dos podemos, nos encontramos con Tomàs y hablamos de todo lo que se nos ha ido ocurriendo. Lo valoramos, lo analizamos y vamos llenando la pared de papeles, notas y todo tipo de garabatos. Cuanto más llena está la pared más cerca estamos del final. Nuestra productora lo sabe y nos visita a menudo sin que nos demos cuenta para entonces empezar a presionarnos: fechas de entrega, ¿para cuándo una primera versión?, etc…
Y llega un día en el que alguien te pregunta qué es lo que estás preparando y te das cuenta que puedes contarle toda la película. Que puedes hacerlo en el tono correcto y que la estructura se sostiene. Que sabes cómo empieza y cómo termina. Ese es un gran día y entonces ya solo resta sentarse y escribirla.
*Texto publicado en la edición del guión de Truman de Ocho y Medio