La historia de un pueblo que siempre se levanta

El productor de Sueños de sal Jesús Navarro. Foto: ©Ana Belen Fernandez

El productor de Sueños de sal Jesús Navarro. Foto: ©Ana Belen Fernandez

Por Alfredo Navarro Benito, director de Sueños de sal

Cuando miro atrás y pienso en cómo empezó todo no puedo evitar esbozar una pequeña sonrisa. Siempre he sido una persona inquieta creativamente hablando, lo cual me ha permitido coquetear con multitud de proyectos cada cual más extraño o dispar, y creo también que esto ha sido esencial para forjarme como profesional y necesario para poder subsistir en estos tiempos.

Aunque mi vida laboral como realizador y guionista freelance me facilita vivir de este mundo realizando trabajos por encargo, cada cierto tiempo suelo plantear un proyecto propio más personal. En esta ocasión se me ofreció una oportunidad interesante de volver a mi tierra para contar la vida e historia de la gente que conozco, mis vecinos, amigos y paisanos.

Un empresario con inquietudes culturales me ofreció una idea, que aunque desdibujada en su raíz, planteaba un proyecto cargado de buenas intenciones. Rápidamente acepté, más al saber que era un proyecto benéfico en el que la gente colaboraría de forma desinteresada y cuyos beneficios irían destinados a obras de Cáritas y Cruz Roja. Así empezó la aventura de hacer lo que en principio sería un pequeño cortometraje sobre la ilusión, los sueños y la superación en tiempos de crisis. Dos años después este cortometraje acabó convirtiéndose en un largometraje, posteriormente nominado y premiado como Mejor Película Documental en la 30 edición de los Premios Goya.

Sueños de sal nos habla de cuatro historias de superación, cuatro personas que intentan cumplir sus sueños y objetivos en estos tiempos tan difíciles. Sueños humildes y cercanos que fácilmente po­drían reflejar los sueños de cualquier ciudadano del mundo.

Mi trabajo en este proyecto ha sido peculiar. Debido a la humildad con la que se ha realizado la película, la falta de medios, he tenido que desempeñar al mismo tiempo diferentes roles dentro la producción, compaginando mi papel como director con el de director de fotografía u operador de cámara, entre muchos otros. Otra de las peculiaridades era que carecíamos de un “guión de hierro”, aunque sí había una idea clara del proyecto, de quienes eran nuestros personajes, de lo que queríamos contar, de la estructura de la historia, del contexto en el que transcurría la acción… El resto fue creándose poco a poco. Esto me permitió poder experimentar como autor, llevar el proyecto a mi terreno, controlar tiempos y adecuarlos a mis necesidades, dando preferencia a aquello que creía conveniente, en definitiva, podía tener un control más amplio de la producción.

Uno de los aspectos más importantes a la hora de que la película pudiera realizarse fue que se me facilitara tiempo y libertad creativa. Siempre digo que Sueños de sal surge como una experimentación por mi parte ya que, aunque la idea principal era hacer un documental de entrevistas a diferentes empresarios clave en nuestro municipio y cómo estos habían “ayudado” a la población a resurgir en diferentes momentos de crisis , como director decidí llevarlo hacia otros derroteros, realizando una propuesta diferente que iría a caballo entre el documental y la ­ficción.
Mi trabajo de dirección se basó en sus primeros momentos en la observación, en conocer a los personajes que iban a formar parte de la historia, en indagar, en tomar anotaciones sobre sus vidas, personalidad, carácter, manías… Pasé tiempo grabando secuencias que de antemano sabía que no utilizaría, traté de acostumbrarlos a la cámara y hacer normal una situación nueva para ellos, ganarme su confianza para que no me vieran como alguien extraño invadiendo su intimidad.

Rodé de manera intermitente acomodándome a sus horarios laborales y educativos, sabiendo que no sería un problema para la producción ya que no supondría coste alguno.

No hablaré de las dificultades de trabajar con personas que no son actores, de la aventura que supuso profundizar en lo cotidiano, pasar inadvertido para conseguir así momentos de rea­lidad y emoción. Los protagonistas son personas que autointerpretan sus propias vidas y aunque casi la totalidad de la historia es real, otros momentos fueron recreados ya que eran vivencias pasadas interesantes de ser incorporadas.

Como director conversaba mucho con ellos, intentaba entender cómo pensaban y sentían, me metía en su piel en un intento de analizar cuál sería la mejor manera de contar sus historias. Rodaba una secuencia y descubría un nuevo aspecto del personaje, un familiar al que quizás no le daba la mayor importancia y que se terminaría convirtiendo en un protagonista más; tenía que estar abierto a cambios, a replantear secuencias, a que la historia evolucionara continuamente, para ello era esencial un gran ejercicio de análisis del material rodado, siendo así el montaje una de las fases más importantes a la hora de encontrar el camino o guía para continuar. Yo montaba casi en tiempo real cada secuencia rodada, lo cual me facilitaba tener una perspectiva mucho más amplia, un gran conocimiento del material grabado y una maqueta final lo más cercana posible a lo que imaginaba en mi cabeza.

A nivel personal, la nominación ya era un gran sueño cumplido. Sueños de sal se realizó sin ninguna intención más allá de ilusionar a un pueblo, emocionar a sus habitantes y recaudar fondos para una buena causa. Creo que los académicos fueron muy valientes a la hora de apostar por esta propuesta tan diferente, tan humilde en sus formas como cargada de emotividad y sinceridad. A mis 33 años creo que lo que el Goya me ha dado es seguridad en mí mismo, seguridad de pensar que la decisión que elegí 10 años atrás de estudiar cine no fue equivocada, de no tirar la ­toalla, de seguir batallando, escribiendo y dirigiendo todo tipo de proyectos, de pensar que, aunque difícil, no es imposible. El Goya me ha dado esa seguridad de saber que ha valido la pena tanto esfuerzo. Lo que espero en adelante es poder seguir haciendo lo que hago pero sin tantas dificultades, encontrar el apoyo y los contactos necesarios para seguir contando historias, ya que ilusión, ganas y amor por este mundo no faltan.