Lo banal no me interesa
Como fuente de creación artística, el cine documental representa el análisis histórico, geográfico, ecológico, social, científico, artístico, ensayístico y político de una sociedad. Es una forma de expresión individual: utilizas tus capacidades creativas en defensa de la dignidad del hombre dentro de la realidad que nos rodea | Por Juan Vicente Córdoba
Me gustan los riesgos y los retos, y este tipo de cine hace que te conviertas en un aventurero. Cuando te pones a rodar nunca sabes con qué te vas a encontrar y a veces la idea con la que comenzaste el trabajo evoluciona a otra distinta en la fase de montaje.
El punto de vista personal de la historia que vas a contar anima tu alma. Mostrar cualquier actividad humana por simple que sea, pero siempre bajo el punto de vista personal, es lo que te alienta y te empuja tras la búsqueda apasionada de retratar la realidad de una manera que solo veo yo, dentro de mi propia cabeza llena de subjetividad.
El cine documental no es un género comercial. Y eso lo hace más libre y más independiente. Porque no tienes unas obligaciones comerciales ni hay tanta presión. Te puedes permitir hacer cine puro por los cuatro costados. Sin ataduras.
Cabezas habladoras es un retrato social que cuenta con los testimonios de ciudadanos españoles comprendidos entre una horquilla de edad desde un recién nacido a un centenario. Personas de diferente edad, profesión y clase social responden a dos cuestiones simples: quiénes son ellos y qué quisieran de la vida. Sus sueños y problemas irán desgranándose para constituir un mosaico de la vida humana. He buscado encontrar una ejecución brillante en la forma rodando en 4:3 y blanco y negro. Es una película positiva, compleja y profunda. Con tres parámetros esenciales. Libertad. Justicia. Humanidad.
Cabezas habladoras no es una fotocopia de la realidad, sino más bien una interpretación de la misma. La subjetividad y la cuestión moral están en el centro de esta película, y yo como director he sido un testigo que participa y que nunca hubiera podido ser un observador neutral.
Amo el cine documental porque es una práctica de conocimiento. Después de cada película tu personalidad asume, vive, testifica una realidad que te cambia a ti mismo. Cabezas habladoras ha supuesto un alimento espiritual para mí. Una invitación a vivir. A seguir haciendo películas como yo las concibo. El cine por el que yo apuesto.
Tras ganar el Premio Goya ha sido conmovedor ver la felicidad reflejada en los rostros de los ancianos y ancianas de la residencia donde rodamos. Está resultando una caricia a la esperanza hacer convivir el Goya con los niños y niñas de los colegios e institutos. “Volver a creer en nosotros es la metáfora de Cabezas habladoras” me dicen los vecinos y vecinas de las diferentes asociaciones de los barrios.
Siguen existiendo ideales para mejorar la humanidad y los sueños de la utopía persisten. He trabajado para que Cabezas habladoras se pudiera convertir en un instrumento de la ciudadanía. Un instrumento de utilidad pública. También lo haré con Ensayo de vida y Quinqui Stars, mis próximos proyectos. Verdad. Honestidad. Esa es mi clave en el cine. Y en la vida también. Nicholas Ray decía: “Estáis invitados a rechazar cualquier cosa que yo diga y que consideréis inútil o inexplicable”.