Celebran el arte y miran de frente a los problemas del mundo contemporáneo. Hernán Zin, José Luis López-Linares, Guillermo García López, José Sánchez-Montes y Gervasio Iglesias firman las cuatro historias de no ficción nominadas al Goya, producciones que hacen gala de la diversidad de un género que este año presentó 62 títulos a los galardones. Historias cruzadas en un mundo globalizado, la revolución que puede iniciar un disco, el misterio tras una pintura y el drama del éxodo de los refugiados son las propuestas de estos realizadores.

Por María Gil

Hernán Zin | Contra el peligro de anestesiarnos

Con más de veinte años como reportero de guerra a sus espaldas, Hernán Zin llegó al cine documental gracias a dos detonantes. Un accidente en Afganistán le cambió la vida y le puso fecha de caducidad al reporterismo y además reconoce que “tenía las ganas de contar las cosas de otra manera. Me faltaba contar lo que pasa dentro de la gente”. Una inquietud que materializa en 2016. Nacido en Siria, donde repite la fórmula de 2014. Nacido en Gaza –esta vez para mostrar el éxodo de los refugiados a través de los ojos de los niños– y con el que aspira de nuevo al Goya a Mejor Documental. Una alegría que llegó antes incluso de que esta historia aterrizara en las salas.

“Estaba en África rodando un documental sobre matanzas de elefantes y el tráfico de marfil y, cuando llegué al hotel por la noche, vi en la tele la fotografía del pequeño Aylan ahogado en la playa. Y decidí ir a Hungría a empezar a caminar con los refugiados”. Así relata el realizador la génesis de este proyecto, que define como “una pesadilla a nivel logístico, porque nosotros queríamos dejar un documento histórico. No solo contar las historias de vida, sino trazar un gran mapa del que es el mayor éxodo desde la II Guerra Mundial en territorio europeo”. Un viaje en el que acompaña a Marwan, Jihan, Jaseem, Arasuli, Mohammed, Hamude y Kais, una pequeña muestra de todos los pequeños junto a los que caminó durante kilómetros, muchos de los cuales no ha conseguido volver a localizar.

Pese a su larga experiencia en zonas de conflicto, confiesa que es el trabajo con el que más ha llorado y más rabia ha sentido y defiende que “la guerra no acaba en la fecha en la que dice Wikipedia o cuando apagamos la televisión. Dura décadas dentro de la gente y, después de cruzar el mar, viene lo más difícil: la integración”.

Esto, que no se cuenta en los telediarios, ha constituido una gran sorpresa para el realizador, que cree que periodismo y cine documental son necesarios y complementarios. “Cuando el periodismo se va, entra la visión cinematográfica, la edición pausada y con tiempo. Claro que había muchos periodistas el día uno, el dos y el tres, y a los dos meses no había nadie, pero ahí estamos nosotros para hacer un trabajo más de fondo”, relata Zin, que juega con la cámara lenta y a detener el tiempo para llevar al espectador a pensar, sentir y ver a través de los ojos de los niños y que se plantó en mitad de esta odisea con una cámara de cine a cuestas.

Con estas historias pretende evitar que los ciudadanos nos anestesiemos ante el bombardeo de noticias sin contexto. Defiende la valentía de Merkel al abrir las puertas de Alemania, pero también tiene claro qué líderes continentales y mundiales no han estado a la altura de los valores europeos y a los que obligaría al visionado de Nacido en… “Me gustaría mucho que lo vieran Donald Trump y todos los populistas, Marine Le Pen, Nigel Farage… todos aquellos que buscan dividirnos”, sentencia.

José Luis López-Linares | Una invitación al misterio

“Cuando dirigí Asaltar los cielos hace veinte años, no se hacían documentales en España y no había Goya al Mejor Documental. Este año había 62 propuestos. El documental está por todas partes, en Netflix, HBO…  Directores de ficción se lanzan a este género. El panorama ha cambiado mucho”, celebra José Luis López-Linares, que opta de nuevo al galardón con El Bosco. El jardín de los sueños, la segunda cinta española más vista en Francia este año.

Veterano en los Goya –cuenta con tres, Mejor Documental por Un instante en la vida ajena en 2004, Mejor Cortometraje Documental por Extras en 2005 y Mejor Fotografía por su trabajo en Iberia, de Carlos Saura, en 2006–, el realizador madrileño suma ahora una nueva nominación que conoció por el torrente de llamadas que le llegaban al móvil. “Me había olvidado de que era el día que se anunciaban”, reconoce.

Sobre el tríptico más famoso del pintor holandés orbita su historia de no ficción, que llegó justo a tiempo de celebrar el 500 aniversario de la muerte de El Bosco. ¿Y qué le fascinó a él personalmente, más allá de conmemoraciones? “La obra sitúa al espectador entre dos miradas, la de Jesús y la del Demonio”, defiende el director, que parte de las tesis del historiador del arte Reindert Falkenburg en The Land of Unlikeness. “La pieza fue concebida como un tema de conversación para una audiencia de nobles de la época. Y así, en el documental, la pintura es objeto de un diálogo entre distintos personajes, artistas, escritores, filósofos, músicos, científicos…”, explica. Entre ellos, la cantante Sílvia Pérez Cruz, el autor de cómics Max, el escritor Orham Pamuk o el artista Miquel Barceló.

Con las reflexiones de estas personalidades, ha comprobado de primera mano que el tríptico “es como un espejo para cada espectador, como dice el escritor holandés Cees Nooteboom”. López-Linares lanza el guante al público del siglo XXI, al que invita a  que “se sume, que tenga una base para sumergirse en el misterio. Hemos intentado trasladar esa conversación al tiempo presente”. Para lograrlo se embarcó en un rodaje que no ha estado exento de “privilegios”, como rodar en el Museo del Prado de noche y sin visitantes, y de quebraderos de cabeza como “la música. Lo más complicado para mí siempre es elegir la música de un filme”.

En sus proyectos futuros seguirá inmerso en el mundo del arte –“estoy acabando Altamira, preparando un documental sobre el Teatro Real y produciendo otro sobre Enrique Granados”– y dedicado a un género que le cautiva porque “cuando empiezo una película no sé el final”.  También promete mantenerse fiel a la filosofía del realizador galo Jean Painlevé: “Yo sigo a rajatabla la primera ley del Decálogo: no tienes que hacer un documental sobre algo que no te interese. El problema es que a mí me interesa prácticamente todo”.

 

Guillermo García López | Un mundo poliédrico

La emoción por la nominación de Frágil equilibrio no solo aterrizó en la productora de Guillermo García López y Pedro González Kühn en Madrid, sino que se expandió a Marruecos, Uruguay y Japón, dónde se encuentran algunos de los protagonistas de esta cinta, a quienes el realizador llama con cada nueva alegría para el documental. El estreno español en la SEMINCI, el internacional en el International Documentary Film Festival Amsterdam… y ahora los Goya. Unos galardones que a García López no le son ajenos –como productor optó a premio por el corto La gran desilusión– y que significan para él “un empujón para que estas historias lleguen más lejos”.

Rodada en diez países, grabación a la que se suman imágenes cedidas por videoperiodistas, su primer largometraje como director presenta una mirada sobre temas que afectan al ser humano contemporáneo: inmigración, crisis, desahucios, globalización, consumismo, alienación, identidad, libertad, soledad, etc. con las reflexiones del expresidente uruguayo como hilo conductor.

“José Mujica tiene un discurso muy cinematográfico. Habla en imágenes, con una poética tremenda. Nos parecía el narrador ideal”, explica García López, que se ha valido de su discurso más humanista, sin vinculaciones políticas ni de banderas, en un formato que resultó novedoso para el político. “Pasamos una tarde con él y le enseñamos la película terminada. Y se sorprendió porque nunca había visto sus palabras encajadas de esta manera, dando voz a muchas otras historias”, relata el director.

Historias que trasladan al público de lo particular a lo universal. “Nos hemos metido en el barro. La cámara entra en la intimidad de todos ellos. Pero con estos personajes no solo les damos voz a ellos, sino a los que vienen después, a los que ellos representan”, defiende García López, al que esta cercanía le ha quitado el sueño por la noche más de una vez, especialmente en Madrid o Marruecos, ante la dureza de la realidad que estaban tocando.

“El rodaje de los desahucios en la capital fue complicado porque nunca sabes cuándo se van a producir. Estuvimos preparados durante días”, desgrana; mientras que en Japón las dificultades venían con el hermetismo de la cultura nipona y los problemas para que compartieran sus preocupaciones con un occidental.

Durante el proceso también se enfrentaron a las trabas de las autoridades marroquíes para llegar al monte Gurugú, donde los inmigrantes esperan para intentar atravesar la frontera. “Subimos de un modo clandestino. No sé si por la honestidad con la que pretendíamos contarlo, pero nos ganamos la confianza de los que estaban allí y a las dos horas ya estábamos grabando. Ellos mismos nos dijeron que sacáramos la cámara”, rememora el realizador.

Las dos opciones a premio –Frágil equilibrio también compite a Mejor Canción Original– les han llegado con el documental en los cines, una ventana a la que reconoce que este género no siempre tiene acceso.  En su caso, cada vez son más las salas en las que se exhibe gracias al “boca oreja” y cree que el espectador sale del pase “con una esperanza, con ganas de luchar. Ese es el mensaje de Mujica”. Incapaz de escoger una sola imagen de su primer largometraje, García López describe varias. Cómo no hacerlo cuando “el mundo de Frágil equilibrio es un mundo poliédrico”.

 

Foto: ©Alfredo Aguilar

José Sánchez-Montes y Gervasio Iglesias | Puertas y mentes, abiertas

“Molestar es necesario. Si no molestas a alguien, es que no estás arriesgando. Y además, si no molestas, solo eres molestado”. Así de contundente se muestra Enrique Morente en Omega, documental codirigido a cuatro manos por José Sánchez-Montes y Gervasio Iglesias. Al éxito entre el público de la filosofía del cantaor, que temen que “se va a convertir en una frase de azucarillos” y arranca aplausos en las proyecciones, se ha sumado la grata “sorpresa” de la nominación a los Goya.

Una alegría de la que Sánchez-Montes se enteró por la enhorabuena de Canal Sur. “Me llamaron para felicitarme. Creo que ni habían pasado dos minutos del anuncio”, relata. Más pendiente de la lectura estaba Iglesias, que ya sabe lo que es ganar un pedazo de estatuilla como productor de La isla mínima, pero esta edición aspira a ella como realizador y fuera de la ficción, con un subgénero en el que ambos son veteranos y del que se confiesan adeptos: el documental musical.

Con Omega celebran los 20 años del revolucionario disco homónimo que enfadó a los “flamencohólicos” –en palabras de Morente– y a los puristas del rock. Sánchez-Montes, amigo íntimo del desaparecido artista, vuelve a retomar su figura tras Enrique mira a la Alhambra, y aúna esfuerzos con Iglesias, que ha aportado la objetividad y la distancia necesarias para lograr el equilibrio y mostrar la gestación de este álbum.

“Siempre he sido fan de Enrique y era fan de Lagartija Nick. Yo era de los que hace veinte años estaba deseando que sacaran el disco para escucharlo”, desvela Iglesias. La conexión y confianza de Sánchez-Montes con el entorno y la familia del cantaor les ha permitido realizar el documental en un tiempo récord –cuatro meses–, aunque son más de 15 años de imágenes las que lo nutren, muchas inéditas.

“Hacemos arqueología documental en este tipo de proyectos. Nos ponemos a buscar y aparecen auténticas joyas. Las fuentes son el propio José Sánchez-Montes y Antonio Arias, líder de Lagartija Nick, que tuvo la visión en su momento de que eso que estaban haciendo era importante. Llevó un diario de grabación y conservó muchísimas grabaciones”, explica Iglesias, al que le entusiasmó “verlos en el momento de creación pura”.

Sánchez-Montes considera que han mostrado a Morente “tal y como es. Él tenía esa filosofía de vida muy profunda, que soltaba en una frase corta y contundente. Me gusta mucho cuando se acercan espectadores a decirme que no se lo imaginaban de esa manera. A veces los artistas nos quedan muy lejanos”. Por su parte, a los más cercanos a Morente, su familia, este largometraje “les ha servido para reencontrarse con su él desde una perspectiva feliz, después de unos años bastante duros”.

Con este homenaje en imágenes los realizadores reivindican que, dos décadas después, al disco de culto aún le queda mucho recorrido. “Enrique constantemente estaba buscando caminos nuevos y abrió un montón de posibilidades que nadie se había planteado. Por alguna de esas puertas ya se ha transitado, pero hay muchas otras que están abiertas y que aún no ha entrado nadie a seguir investigando. Eso va a suceder en los próximos años”, pronostica Iglesias.

¿Y se comprende mejor ahora que cuando surgió? Sánchez-Montes lo tiene claro. “Lo entienden aquellos que consideran la música y el arte como algo universal, no circunscrito a ningún tipo de atadura: las mentes abiertas”.