La paciencia y su recompensa
Laura Ferrés se hizo con el Goya a Mejor Cortometraje Documental con Los desheredados en la 32 edición de los premios.
Por Laura Ferrés, directora y guionista
A los 18 les dije a mis padres que quería estudiar cine. Ninguno de ellos tenía relación con ese sector, salvo por el hecho de que mi madre es una cinéfila. Ella fue quien me crió y juntas vimos montones de películas que no puedo olvidar: Vértigo, Primavera tardía, El extraño viaje, Extraños en el paraíso, Whisky… Sin embargo la decisión la sorprendió, puesto que solo se trataba de un hobby para ella. De todas formas, mis padres me apoyaron y acabaron pagando unos estudios muy caros. Entonces no reparé en cuántas horas de trabajo tenían que sumar entre uno y otro para pagar las matrículas. Solo pensé en que ver películas era lo que más me gustaba y podría descubrir si además me gustaba hacerlas. Así de egoísta es uno con 18 años. Después lo sigue siendo, pero entonces más.
Mis amigos iban a estudiar turismo, medicina o nada. Cuando la gente se enteró de que iba a estudiar cine, me preguntaban a menudo: ¿cuándo te veré recogiendo un Goya? Ese tipo de situaciones empezaron a provocarme cierto apuro. Me parecía que la etiqueta ‘directora de cine’ me quedaba grande. Prácticamente toda mi familia trabajó en la empresa de autocares que aparece en Los desheredados. Con todo cariño y humildad, sentía que mi legado era eso: una empresa de autocares.
Esa sensación se agudizó a medida que los años pasaban. Había descubierto que me gustaba hacer películas, pero que también era demasiado complicado vivir y levantar nuevos proyectos por mi cuenta tras la Universidad. En vez de eso, tenía un trabajo que cada vez me gustaba menos y ni siquiera me permitía independizarme. Además, la crisis golpeó a mi familia hasta el punto de que ya ni siquiera nos quedaba el legado de la empresa y tomé conciencia de lo que había significado aquella suma de dinero entre otras cosas.
No obstante, recibo este Goya diez años después de decirles que quería estudiar cine. Además, por un cortometraje protagonizado por mi padre y abuela, donde se retratan los últimos días en los que dicha empresa seguía en funcionamiento. Cuando mi padre me dijo que debía cerrarla, hacía 4 años que no rodaba nada. Sin embargo, invertí lo poco que ganaba para despedirme de algo que había formado parte de nuestra vida y homenajear a toda una generación golpeada por la crisis.
Los desheredados ha llegado a mucha más gente de la que podía imaginar, me ha permitido cambiar de trabajo y nos ha hecho sentir vivos tanto a mi familia como a mí. Por tanto, este Goya es la confirmación de que soy una afortunada por haber nacido en mi familia y que se le puede dar la vuelta a la situación. Además, me emociona que tantos profesionales de mi país hayan valorado nuestro trabajo.
Ahora mismo estoy escribiendo el guión de mi primer largometraje, La imagen permanente. Una historia de ficción, pero basada en anécdotas personales. En diciembre de 2017 participé en el taller Next Step, organizado por la Semaine de la Critique de Cannes en colaboración con el Torino Film Lab. El proyecto gustó tanto que fui elegida para hacer otra residencia artística.