Paquita Salas y el amor a lo nuestro

Foto: © Jorge Fuembuena

Paquita Salas apareció en el escenario de los Goya como una exhalación para ponerle los puntos sobre las íes a nuestra industria

Por Enrique F. Aparicio

 

Paquita Salas, la serie, es un fenómeno. Paquita Salas, el personaje que brotó de una manera natural y orgánica sobre el escenario de los Goya como Pedro –algún Pedro­– por su casa, una fenómena. Javier Calvo y Javier Ambrossi pintaron de carmín y Larios la boca de Brays Efe, y entre los tres parieron a Paquita, o más bien imaginaron a una Paquita que les podría haber parido a ellos. Una representante de ¿actores? No, una representante de actrices anticuada, deslenguada y petarda. De las que te exigen una impertinencia con tanta gracia que no puedes decirle que no. Una mujer que de su capa ha sacado innumerables sayos y de las que dejan la manicura marcada en quienes osen pisar su gallinero. Paquita tiene algo de nuestras tías solteras, esas que siempre se divierten el doble en las bodas. A Paquita se la huele y en ella reconocemos un olor familiar. De fritanga y de colonia de supermercado. El olor de casa.

Que Paquita Salas haya entregado un Goya desborda los límites de la ficción que habita para llevarla de vuelta a donde pertenece. Paquita se acuerda de la gala de Belle Époque. Sabe quién se pone más pedo cada año y sabe a quién darle sus tarjetas con el número bueno escrito a boli. Paquita no mira a Hollywood para intentar copiar lo que allí triunfa; ella se mira el ombligo, que es de donde le brota la intuición. En un momento en que el cine español pierde complejos para compararse hombro a hombro con los de fuera, Paquita Salas le saca punta a lo nuestro, a lo muy nuestro. Sabe que la industria de nuestro cine es alfombra roja y champán de marca, pero también sabe que eso dura poco, y que esa punta de iceberg se sustenta en castings a troche y moche, en dar codazos hasta que te hagan caso y en no faltar a los pasapalabras.

Paquita conecta de una manera visceral y mágica con la generación que iba en pañales en la gala de Belle Époque. También es la generación que ha roto prejuicios y ha eliminado distancias con el cine español. Que se ha criado viendo cómo sus ídolos iban y venían de la gran pantalla a la televisión, que ha aprendido que ver cine online no quiere decir ni mucho menos descargarlo ilegalmente, que llenan las salas cuando algo les apela y lo sienten como propio. Y Paquita, que a primera vista nada tiene que ver con ellos, les es propia. Porque ella ama sin ironías lo de aquí, lo nuestro. Y eso la hace muy nuestra.