Escribir es muchas cosas

Foto: ©Miguel Córdoba

La guionista Isabel Peña y el director y guionista Rodrigo Sorogoyen comparten cómo afrontan el proceso de escritura tras alzarse con el Goya a Mejor Guión Original por El reino

 

Por Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen |

Cuando empezamos a escribir El reino, solo sabíamos que el protagonista se llamaba Manuel y era un político corrupto de nivel regional. Más Rus que Rato. El resto no existía. Ante nosotros se abría un campo de posibilidades infinitas. Había que empezar a escribir. Es decir, había que empezar a elegir.

¿Quién es Manuel? ¿Quiénes son su compañeros de partido? ¿Estos políticos hablan de política? ¿Su esposa sabe que es corrupto? ¿Manuel fuma? ¿Qué es lo primero que se le pasa por la cabeza cuando se despierta y justo antes de dormirse? ¿Cuándo fue feliz por última vez? ¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar por defender aquello en lo que cree? ¿En esta historia va a haber pistolas? Y seguramente una de las elecciones más relevantes: ¿de qué queremos nosotros hablar realmente? Que robar el dinero de los ciudadanos es inmoral, eso lo sabemos todos.

Las primeras elecciones son las que más asustan. Como aún no hay nada, son las que empiezan a marcar una dirección de manera muy llamativa, y eso da vértigo. Algunas de nuestras primeras elecciones dieron como resultado que Manuel entraba y salía de la cárcel a mitad de película y se mudaba a su casa de verano para planear su venganza; que su hija Nati era una niñata rebelde que cantaba flamenco con alma de gitana; o que el desenlace de la historia tenía lugar en un restaurante similar al antiguo Edelweiss madrileño, donde Manuel, épicamente, humillaba a sus enemigos de partido.

Estas elecciones estuvieron meses escritas en la pizarra, empezando a diseñar la estructura de la película. Hasta que, a medida que seguíamos trabajando y avanzando, nos dimos cuenta de que no eran las adecuadas. El tiempo es el que lo acaba poniendo todo en su lugar; si pasan los días y algo rechina o no encaja al cien por cien, es que ese algo falla y ha llegado la hora de mirarlo de frente, borrarlo de la pizarra y empezar a buscar soluciones nuevas.

Es nuestro quinto guión juntos, así que no nos tomamos esto como un fracaso sino como una de las partes más necesarias de nuestro trabajo. Habíamos elegido mal, pero al menos esas decisiones nos habían marcado un primer camino por el que tirar dentro del infinito campo de posibilidades. Y, aún mejor: darnos cuenta de que nos habíamos equivocado nos daba ahora la certeza de saber por dónde continuar. Así que seguimos eligiendo. Y equivocándonos, por supuesto. Una vez tras otra, hasta cerrar la versión final.

Escribir es muchas cosas. Imaginar, estructurar, reflexionar, analizar, teclear, discutir, tachar, reescribir. Pero quizá elegir, decantarse por una opción y llevarla hasta sus últimas consecuencias, sea una de la más fundamentales y emocionantes formas de escribir.