Su vida en mis manos | Carlos Acosta en Yuli

Iciar Bollain desgrana cómo fue la elección de Carlos Acosta, nominado al Goya a Mejor Actor Revelación, para contar su propia historia 

Foto: ©Denise Guerra


Por Iciar Bollain


Cuando le propusimos a Carlos Acosta hacer de sí mismo en Yuli, al principio dudó. “A ver si me voy a cargar mi propia película….”, nos dijo. Y cuando decidió asumir el reto, la que dudé fui yo. ¿Cómo se dirige a alguien que hace de sí mismo? ¿Qué le digo? “Carlos, yo creo que podemos mejorar a Carlos, vamos a hacer otra toma”. ¿Y si él piensa que está bien así? Afortunadamente, Carlos lo tuvo muy claro desde el principio: “lo mío es bailar, lo tuyo hacer cine. Me pongo en tus manos”.

Y se puso. Sin exigencias de ningún tipo. Ni en el guión, ni en el resto del cásting, ni en las coreografías a cargo de María Rovira. Carlos nos dejo hacer y llegó prácticamente al final del rodaje, para hacer sus escenas, después de un largo tour por el Reino Unido bailando con su compañía.

Cuando no estaba en plano, Carlos miraba con la fascinación lo que para nosotros es lo habitual: iluminar, decorar, ensayar, preparar… hacer cine. Cuando él y su compañía bailaban, todo el equipo miraba fascinado lo que para ellos era habitual: estirar, ensayar, comunicar con sus cuerpos… bailar.

Carlos hacía siempre sus escenas tal y como estaban escritas, y después yo le pedía que dijera lo mismo pero con sus propias palabras, bebiendo de sus recuerdos, buscando una combinación entre ambas versiones que me diera el mejor Carlos posible, el que mejor expresara a ese bailarín cubano que rompió moldes.

A veces le podía la emoción, sobre todo cuando recordaba a sus padres, ya fallecidos.

Meses después, Carlos se sentó, casi como un espectador más, a ver la película terminada. Solo había visto el rodaje de lo suyo, porque no pidió ver el resto de las escenas de su infancia y juventud, interpretados por el niño Edilson Manuel Olbera y el joven Keyvin Martínez. El impacto fue enorme. Durante muchos minutos no pudo hablar, conmocionado. Y su agradecimiento también fue muy grande. “Me has hecho el mayor regalo para mis hijas”, me dijo. “Qué mejor manera de transmitirles quién soy, qué es Cuba para mí, y quién era su abuelo, a quien no van a conocer”.

Enorme es también el agradecimiento que siento yo hacia Carlos por poner, con tanta confianza, su vida en mis manos.