Foto: ©Marino Scadurra

 

Por Josu Incháustegui,
ganador del Goya a Mejor Dirección de Fotografía |

 

Siempre he sentido una profunda atracción por las cámaras, desde pequeño las sentía como objetos especiales, fuera de lo corriente. Con el tiempo, cuando comprendí la posibilidad de capturar momentos y emociones, caí atrapado.

Hacer películas lleva mucho trabajo, implicación y sacrificio. Creo que es una profesión absolutamente vocacional, y por eso mismo te devuelve grandes momentos y experiencias vitales. Cuando leí la primera versión del guión de La sombra de la ley tuve diferentes sensaciones, primero de vértigo ante lo ambicioso y complicado que presentía el rodaje; también de presión ante el hecho de que me estaba metiendo en un género por el que ya habían pasado los grandes directores de fotografía que yo admiraba desde siempre, clásicos como Camino a la perdición, Los intocables y demás… también sabía los presupuestos de estas maravillosas producciones, así que con humildad y oficio me puse a ello. Soy muy fan de la célebre cita «como no sabía que era imposible, lo hizo». Trabajar con Dani de la Torre me resultó sencillo por la experiencia acumulada con el rodaje de El desconocido. Interpretar cómo visualiza el guión un director es fundamental, porque las películas son de los directores y nosotros somos una herramienta para hacer aterrizar su visión de la historia. Cuando acertamos sumamos mucho, también es cierto. Tengo un gran recuerdo de la preparación de esta película, la planificación de los planos secuencia y los que contaban con VFX; la seguridad que te da saber que contábamos con grandes profesionales en todos los departamentos te permitía complicar las cosas con garantías de poder realizarlas.

En esta película fue muy importante el trabajo previo, tanto en despacho como en las localizaciones. En algunas estuve mucho tiempo tratando de entender cuál era la mejor opción para trabajar la luz y los mejores ángulos de camara. Teniendo en cuenta que la película se rodó en siete semanas y media, el ritmo del rodaje tenía que ser muy eficaz y a esto hay que sumarle que, al ser de época, tienes muchas limitaciones de encuadre para no ver cosas que estén fuera de lugar, y esa responsabilidad recae directamente sobre nosotros. La sombra de la ley ha sido un viaje a otro tiempo, un regalo y una oportunidad de trabajar un género que siempre creía reservado a la industria americana. Cerrar este viaje con un Goya ha sido muy emotivo y estoy muy agradecido por ello.