Salvador Simó | El universal Buñuel y la magia del 2D
El cineasta aspira al Goya a Mejor Dirección Novel por Buñuel en el laberinto de las tortugas, cinta que puede lograr hasta cuatro estatuillas en la gran noche del cine español
| Por Chusa L. Monjas
La animación 2D ha vuelto con fuerza. El estreno de varias películas de calidad no solo han asegurado el futuro de la animación tradicional en nuestro país; también los premios y reconocimientos que han logrado estas producciones han dado salida al talento local. Pero si no hay trabajo, la gente se tiene que ir, pone sobre aviso Salvador Simó, el director de Buñuel en el laberinto de las tortugas, historia basada en la novela gráfica del mismo título, creada por Fermín Solís, que cuenta cómo el maestro de Calanda filmó su película Las Hurdes (Tierra sin pan) en los años treinta.
Simó llevaba trabajando desde hace más de 20 años en el sector de la animación y los efectos visuales en cortos, series y superproducciones (Piratas del Caribe: La venganza de Salazar, Prince of Persia, El libro de la selva o Las crónicas de Narnia) cuando le propusieron dirigir esta historia biográfica, que supondría su vuelta a España. Y qué mejor regreso que empleando la animación para adultos, el 2D tradicional y la historia de una amistad, la del joven Luis Buñuel y el artista Ramón Acín, que financió el documental Las Hurdes (Tierra sin pan).
Lo suyo ha sido un regreso por la puerta grande, porque esta coproducción con Holanda, que concursó en el Festival de Málaga, donde se alzó con el premio a la mejor banda sonora, ha ido recogiendo galardones en su paso por festivales (Annecy, Animation is Film de Los Ángeles, el certamen chileno de animación Chilemonos, Cartoon Movie…), fue la primera película de animación preseleccionada por la Academia de Cine para representar a nuestro país en los Oscar, ha sido designada como Mejor Película de Animación europea de 2019 y opta a cuatro Premios Goya.
Coautor del guión junto a Eligio Montero, el cineasta catalán es ahora un especialista en Luis Buñuel, del que tuvo conocimiento de su existencia desde muy pequeño, porque su padre era un gran admirador de don Luis, –“un cineasta muy fiel a sus convicciones, que no tenía miedo a equivocarse y no pretendía ser políticamente correcto”–. También se apoyó en las conversaciones con el hijo del autor de Viridiana, Juan Luis, con el historiador Ian Gibson y en la lectura de biografías y entrevistas de personas que habían trabajado con el que para muchos es el mejor director de la historia del cine, para hacer esta película con la que quería acercar al gran público la figura del maestro y el deseo de que, una vez vista Buñuel..., el espectador tuviese ganas de revisar sus películas o, si no las conocía, descubrirlas. Por eso, la alegría más grande que le dado su ópera prima fue cuando un chico le dijo que, tras verla, le apetecía saber más de Luis Buñuel y su cine.
Con técnicas de dibujo nada habituales en el género y la combinación de la animación con escenas propias del documental de Buñuel filmadas entre 1932 y 1933 –formato que también utilizó Un día más con vida, de Raúl de la Fuente, que abrió la puerta de la animación para adultos, en palabras de Simó–, Buñuel en el laberinto de las tortugas le ha servido a su autor para encontrar su estilo, su forma de hacer cine.
Quiere dirigir en España historias que conmuevan al público adulto con la animación con la que empezó, el 2D, un arte que tiene una magia y una libertad creativa que no te la da el 3D, opina el cineasta catalán, que igual que destaca el resurgimiento de esta animación y el talento de sus profesionales, advierte sobre la falta de recursos para levantar un proyecto animado. Las luces y las sombras de la animación española.