Desde un paso de peatones | Sobre el Mejor Guion Adaptado

Foto: ©Papo Waisman

Los guionistas de Ane, Marina Parés y David Pérez Sañudo, desgranan el origen de esta historia que les ha valido el Goya a Mejor Guion Adaptado

 

|Por Marina Parés y David Pérez Sañudo

Ane comenzó en un paso de peatones; después, en una cafetería. No era todavía una historia, era una idea: una chica desaparece en el País Vasco de finales de los 2000. Aún no sabíamos de qué se trataba exactamente, pero sí que teníamos una pregunta clara en la cabeza: ¿cómo afecta el contexto político, social, a la vida cotidiana de los habitantes por mucho que se quieran distanciar de este? Y, más tarde, la otra gran pregunta se fue revelando: ¿qué significa quererse, conocerse en la familia? ¿Se puede desear querer, pero no saber cómo hacerlo?

Con estas preguntas nos pusimos a trabajar –a hablar, que es como trabajamos–. Horas y horas de caminar, debatiendo quiénes eran Ane, Lide y Fernando. Cómo se relacionaban entre ellos, qué querían estos personajes que, a base de paseos, se transformaron en personas, en compañeros de camino. Qué querían, qué buscaban estas personas a las que la vida parecía haberles dejado atrás en este Euskadi de principios de siglo. Y, tras estas infinitas charlas, llegaron los ping-pong entre los dos de escaleta, de sinopsis, de escenas dialogadas, de versiones de guión que nos iban revelando lo que queríamos contar exactamente.

Pero no habíamos trabajado nunca juntos y, no solo era nuestro primer largometraje, sino también de la productora y de casi todo el equipo. Así que en 2018 pudimos rodar un cortometraje, homónimo, para enseñar lo que queríamos hacer. Y también, para utilizarlo como un laboratorio donde probar qué nos interesaba contar y cómo antes de llegar al largo, si es que llegábamos. Por aquel entonces pensábamos en el realismo mágico, en una historia donde lo fantástico tuviera cabida y donde nos pudiéramos acercar al tono de fábula. Pero pronto nos dimos cuenta de que lo que nos interesaba estaba en un realismo mucho más sucio, mucho más de calle, cotidiano. Así, el cortometraje quedó estancado en 2018, mientras que el largometraje continuó evolucionando hasta finales de 2019. El corto se convirtió en un momento congelado del proceso de creación de Ane.

Mientras, fuimos solicitando laboratorios de guión y analistas. Para esto contamos con el apoyo impagable de Joanes Urkixo, Mar Coll y, finalmente, gracias a la selección en La Incubadora, con el de Borja Cobeaga.

Pasito a pasito, desde aquel paso de peatones hasta el 6 de marzo, fuimos escribiendo Ane. Seguramente, si hubiéramos vislumbrado el final de este camino en aquella cafetería, o nos hubiéramos reído de incredulidad o nos hubiera sobrepasado. Y, quién sabe, quizá jamás hubiéramos empezado a caminar y a hablar.

Para nosotros, conseguir un Premio Goya con la primera incursión en el largometraje supone algo inexplicable. Es cierto que cuando obtuvimos la nominación descubrimos lo que significan los Goya, su impacto mediático, la relevancia profesional y, sobre todo, el interés social. Trascienden lo meramente cinematográfico y generan curiosidad en el entorno más próximo, en nuestras ciudades de origen, en las personas con las que uno se cruza a lo largo de su vida. Desde que se anunciaran las nominaciones hemos recibido el sentir de las personas que nos quieren, y nos hemos aproximado a la fecha clave con el mimo de todo el equipo técnico y artístico, de los amigos, familiares, instituciones… Y entonces llega el 6 de marzo y nos conceden el Goya. Todo se pone patas arriba. Porque recibir un Goya no es recibir un trofeo. Son cientos de mensajes, de llamadas, abrazos (robados por consecuencia del momento pandémico), lágrimas, euforia. También es reconocimiento público, orgullo institucional, mejora de la percepción que tienen de uno desde dentro de la profesión.

Hemos recibido un Goya con nuestro primer trabajo de formato largo. No estábamos habituados a la exposición que supone estrenar una película, al nivel de actividad periodística que se genera, a estar “en el foco”. Ha sido pasar de cero a cien. Una satisfacción gigantesca. Ha sido, en conclusión, una de las alegrías más poderosas de nuestras vidas. Indescriptible. Y, sobre todo, irrepetible por único y por ser la primera. Y por todo esto queremos agradecérselo enormemente a toda la Academia, por haber creído que éramos merecedores de tan prestigioso galardón.