Pelucas, lastimaduras y tinta | Sobre el Goya a Mejor Maquillaje y Peluquería

Foto: ©David Herranz

Beatushka Wojtowicz y Ricardo Molina, responsables del  Maquillaje y la Peluquería de Akelarre, comparten cómo abordaron esta labor, merecedora del Premio Goya 

| Por Beatushka Wojtowicz y Ricardo Molina

Como seguramente lo saben, tanto Ricardo como yo hemos hecho nuestra carrera principalmente en Argentina, habiendo participado en decenas de películas. En mi caso ya más de 100.

Estamos muy agradecidos a nuestros productores argentinos por haber confiado en nosotros, y a los productores españoles y franceses por su atención y excelente predisposición y apoyo en todo momento.

El director Pablo Agüero no nos conocía, habíamos hecho con él reuniones por Skype, hablando mucho sobre el proyecto y creando poco a poco los climas de la película.

La idea era que el maquillaje no debía notarse nunca, ya que son las niñas de un pueblo, viven en medio de la naturaleza. Sus rostros deben seguir frescos, naturales.

Luego, cuando estén capturadas, hay una progresión. Los rostros son cada vez más cansados, ojerosos, sucios. Algunas lloran, así que sus ojos se vuelven colorados.

Sus opresores llevan las cabelleras levemente sucias, no se bañaban todos los días.

Las caras están brillantes, neutrales, acaloradas. Estábamos tratando de reproducir la realidad cotidiana de aquella época.

Dos de las protagonistas tenían pelo corto ya antes de empezar a filmar.

Para ellas había que elegir unas pelucas, ya que las chicas habitualmente llevaban cabelleras largas. Así que pasamos unos días en elegir las pelucas y luego a hacer el color a casi todas las protagonistas.

A las de pelo corto, una vez quitadas las pelucas, les pudimos literalmente hacer un tremendo corte de sus pelos, muy irregular, muy mal cortado. Ellas, amorosas, lo aceptaron. Y había que mantener rácord de esos cortes tipo rapado, mal cortado hasta el final.

Amaia Aberasturi llevaba media peluca, lo que nos ayudó en la escena del corte de pelo de ella, que se efectúa solo por la mitad. También lleva una pequeña cicatriz remarcada sobre los labios, como recuerdo de una niña curiosa, inquieta.

Otro gran tema eran las lastimaduras por pinchazos; eran muchos días de rodaje, muchos pinchazos, manteniendo el rácord y pequeña progresión, tanto de las lastimaduras como de la suciedad.

Las actrices no se habían depilado desde hacía varias semanas para dar aspecto más natural de chicas de un pueblo pescador y de aquella época.

El director siempre estaba atento a todo. Y siempre estábamos trabajando con él y con el director de fotografía, Javier Agirre, y con la inigualable Nerea Torrijos de vestuario, ya que estás áreas siempre están cercanas entre sí, para producir una buena imagen.

Otro desafío, y creo el más complejo, era que solo disponíamos de una hora de preparación para todos los intérpretes, ya que habitualmente empezaban las seis chicas juntas. Era mucho, sobre todo, cuando ya estaban lastimadas, y sucias.

Trabajamos muy rápido y arduamente, con apoyo de dos asistentes del equipo vasco.

Cada día fue una batalla ganada al tiempo. Por suerte, el resultado quedó impresionante y estamos muy conformes y felices.

Otro de los detalles que cuidamos en el personaje del secretario es que lleva constantemente los dedos de su mano derecha manchados con la tinta, y que se pasa escribiendo y dibujando todo el día. La tinta ya quedó impregnada en su piel y sus uñas son largas y no del todo limpias.

Este premio Goya es una distinción maravillosa. Amamos haber trabajado en el hermoso País Vasco, con su bella gente. Todo el equipo funcionó al unísono, estamos muy felices que el esfuerzo de todos se manifieste en tantas nominaciones y cinco premios. El nuestro es uno de ellos.

Gracias a la Academia y gracias a los que nos votaron.

Foto: ©David Herranz