Pilar Palomero: “Hubo muchos 92, igual que va a haber muchos 2021”

Foto: ©Papo Waisman

Con Las niñas se ha convertido en la cuarta directora que gana consecutivamente el Goya a Mejor Dirección Novel.

| Por María Gil

 

En la gran fiesta del cine español, un total de cuatro premios encumbraron la ópera prima de Pilar Palomero (Zaragoza, 1980), entre ellos los suyos de Mejor Guion Original y el de mejor debut del año. Desde que se presentara en la Berlinale y el Festival de Málaga, la zaragozana no ha dejado de recibir alegrías profesionales con este viaje a la adolescencia en la España de 1992, que la noche del 6 de marzo también se alzó con el Goya a la Mejor Película. “Quién nos lo iba a decir…”, es la frase que más repiten los responsables de esta historia “pequeña y artesanal”, que se ha hecho grande en un momento muy difícil para la industria. Aún asimilando “el torbellino de emociones”, la cineasta ya prepara su próxima película, La maternal, y aspira a que estas dos historias sean solo el comienzo de una larga filmografía. “Da vértigo ver lo difícil que es seguir una carrera. Quiero continuar haciendo películas y no ser solo la directora de Las niñas. Esa es mi meta y mi lucha”, confiesa la realizadora, que ha vivido “un triunfo del cine independiente”.

¿Siempre quiso contar historias?
De pequeña me gustaba mucho escribir. Escribía mis cómics de Daniel el travieso, luego novelas durante toda la adolescencia –que me hacen mucha gracia porque son propias de la edad, de amor, drogas, desenfreno…–. Tengo cajones llenos de novelas y pensé que quería ser escritora.

¿Cuándo cambió la literatura por el cine?
Estudié Filología Hispánica y ahí empecé a tener más contacto con la cinefilia, a ver más películas, a ir a la Filmoteca. Bigas Luna organizó en Zaragoza unos talleres de Dirección de Cine y me seleccionó entre los 12 alumnos. Ese fue el primer contacto que tuve con el cine y a partir de ahí empecé a estudiar Dirección de Fotografía.

La productora Valérie Delpierre dice que llegó a su ópera prima muy preparada.
Me he enfrentado a mi primera película con muchas horas de rodaje a mis espaldas. No como directora, pero sí formando parte de diferentes equipos, sobre todo en cámara, también como script. Sé muy bien cómo funciona un rodaje y los límites que puede tener. Aquí uno y uno no son dos, y los planes de rodaje son muy perversos porque es un trabajo creativo, se tienen que dar unas circunstancias y a veces el azar tiene que estar a favor.

¿Cómo ha sido el camino hasta poder debutar en el largometraje?
Había hecho un par de cortos que habían funcionado bien, aunque todavía no me habían dado el acceso al largo, y me pilló de lleno la crisis de 2008 y empecé a trabajar en lo que pude. De repente me encontré sin tiempo, ni dinero ni energías para rodar cortometrajes, y menos aún plantearme la escritura de un guion de largometraje. Era profesora en la universidad y el trabajo me exigía disponibilidad completa.

Me enteré que Béla Tarr, uno de mis referentes cinematográficos, iba a abrir un proyecto cinematográfico colaborativo en Sarajevo, lo solicité y me seleccionaron. Eso suponía irme a vivir tres años a Sarajevo, así que fue el momento en el que tomé la decisión de dejarlo todo para no estar a medias. Me fui a Sarajevo para ser cineasta y lo que aprendí allñi es que no solo es cineasta el que hace películas de un tamaño u otro. Va más allá de los presupuestos y de la exhibición. Estuve muchos años trabajando yo sola con mi cámara y fue cuando empecé a tomarme a mí misma en serio y pensar que, aunque mi trabajo tuviera una repercusión limitada, lo hago con esta vocación, con la mirada de un cineasta.

Es la cuarta directora mujer que gana el Goya a Mejor Dirección Novel consecutivamente.
Lo raro era lo anterior, que no hubiera más mujeres dirigiendo y en las jefaturas de equipo. Cuando estaba en la ECAM había el mismo número de hombres y mujeres queriendo ser cineastas, y luego en el mundo laboral esas cifras están completamente desigualadas. Había un problema, que ahora se está corrigiendo, y el aumento del número de referentes anima a otras a seguir. Ojalá haya chicas que estén ahora en escuelas de cine y que por vernos a Arantxa [Echevarría], a Belén [Funes], a Carla [Simón], a Irene Moray, a Celia Rico o a mí se animen. Cuando yo estudié, los referentes femeninos eran muy escasos, en dirección de fotografía casi nulos. Es increíble que, en 35 años de los Goya, Daniela [Cajías] sea la primera mujer en ganar en Dirección de Fotografía. Ahora hay un grupo numeroso de directoras de fotografía con un talentazo inmenso, que están por fin accediendo a películas y presupuestos más grandes. Hace 15 años esto no sucedía. Qué pena que haya llegado tan tarde, qué bien que haya sucedido y estemos alerta porque esto no significa que ya lo hayamos conseguido.

Con ausencia de grandes blockbusters, este año el cine independiente ha sido el que ha estrenado mayoritariamente en salas en 2020. ¿Ha podido tener un espacio que otros años acaparaban producciones más comerciales y brillar en taquilla y premios?
Es un triunfo del cine independiente, pero no creo que haya funcionado porque no haya habido otras películas, porque sí que las ha habido, grandes y de directores súper consagrados. Lo digo defendiendo la labor de Valérie [Delpierre] y Alex [Lafuente] como productores independientes. No se puede ver como que ha sido el año de la pandemia y la gente no se ha atrevido a estrenar. Me parece injusto para ellos, para la película y para el público que la ha ido a ver. Y lo digo con toda la humildad, porque estoy súper agradecida y soy la primera sorprendida del soporte que hemos tenido por parte de los académicos, pero yo creo que hay que ser justo con los hechos. Es un triunfo del cine independiente por sí mismo.

En el 92 tenía la misma edad que la protagonista de la cinta. ¿Cuánto de usted ha volcado en Celia?
Hay mucho de mí en ella, en su forma de ser, su ingenuidad, su inocencia, pero yo no soy Celia. No es una película sobre mi infancia, en la que esté volcando mis vivencias. Lo que no he vivido directamente lo sé a partir de una labor de documentación y de casos que he visto. No deja de ser una mezcla. Estoy retratando una realidad, pero lo hago a través de la ficción porque lo que a mí me interesa es la emoción, el vivir con Celia ese camino a la adolescencia. Si solo hubiera hecho una película para hablar del colegio o de la sociedad del 92 hubiera buscado otra manera. Igual un ensayo o un documental. No es autobiográfica, aunque hay escenas como la de la discoteca o la de no cantar en el coro que son totalmente verídicas.

LA SUMA DE TALENTOS DISTINTOS

Al igual que Las niñas, el documental El año del descubrimiento también orbita en torno a 1992. ¿Por qué cree que estamos ahora repensando ese año tan mitificado de nuestra historia reciente?
Luis [López Carrasco] y yo nacimos mismo año y tenemos ya una edad que nos permite ver aquellos años de nuestra infancia y preadolescencia con una perspectiva. En Las niñas no intento hacer un análisis, sino una propuesta de reflexión. Yo no recordaba que el 92 había sido así, que muchos de los mensajes que nos llegaban parecían más propios de otras épocas que del 92. Es lo que yo propongo al espectador. No afirmo, cuestiono. Es un año muy paradigmático, que todos recordamos, que perdura en el imaginario colectivo, un año bisagra, que como reflexiona Luis en la película o como refleja Las niñas se alardeaba de una modernidad y una prosperidad que no era tal. Y merece la pena hacer esta reflexión, aunque quizá ha hecho falta tiempo para poder verlo en perspectiva. Hubo muchos 92, dependía de cómo fuera tu entorno. Igual que va a haber muchos 2021. Todo depende de donde vivas, como sea tu familia

¿Han notado el ‘efecto goyas’ en las salas?
Justo después tuvimos 120 copias en cines, que es el número máximo que hemos alcanzado desde que se estrenó. Los Goya hacen que se acerquen Las niñas a personas que no eran nuestro target en un principio. Las películas se hacen para que la gente las vea y para generar ese debate y el empujón de los Goya es definitivo. Ya lo notamos con las nueve nominaciones porque llevaron al reestreno. Esta es la tercera vez que vuelve a salas. Ahí se ve la importancia que tiene la temporada de premios en la industria, y me enorgullece que vaya mucha gente a verla porque también es bueno para el sector de la exhibición, que lo está pasando bastante mal.

¿Cómo se viven tantas alegrías profesionales en un contexto tan difícil como ha sido este año de pandemia?
La única vez que he visto Las niñas en una sala llena fue el 21 de febrero de 2020, cuando la estrenamos en la Berlinale con 800 butacas y ni una libre, y ya no me ha vuelto a suceder. He visto salas con el máximo de aforo permitido, pero nunca una sala llena. No me siento con el derecho a quejarme porque el trayecto que ha tenido la pelñícula ha sido increíble. Pero, como todo el mundo, he sufrido la pandemia y he vivido ese momento a nivel profesional de preocupación e incertidumbre, con la película parada cuatro meses sin saber si se iba a estrenar, si la gente la iba a ver si se estrenaba, con esa sensación agridulce.

Y, a nivel personal, todas las preocupaciones por los seres queridos que hemos tenido todos. En este momento de incertidumbre, cuando llega algo bonito hay que saber agradecerlo y disfrutarlo. Y eso es lo que estoy intentando hacer con estos goyas.

Ya está trabajando en su nuevo proyecto, La maternal, seleccionado en el programa Residencias Academia de Cine.
Es una consecuencia de todo lo sucedido, de este año tan raro. Se cancelaron un montón de viajes que teníamos programados con Las niñas, festivales, etc. y teníamos ya la idea del siguiente proyecto, pero ni por asomo pensábamos en escribirlo ya. Era algo para el futuro. Durante el confinamiento hice mucho trabajo de investigación y el primer tratamiento. Lo presenté a las Residencias de la Academia de Cine y eso también me empujó a escribir una primera versión de guion. En circunstancias normales, creo que hoy no tendríamos un guion si no me hubiera presentado a Residencias. Todo ha ido muy rápido, ha sido muy excepcional y azaroso. Estoy muy contenta e ilusionada, porque siento que no voy a tener que esperar tanto tiempo para rodar mi segunda película.

Abordará de nuevo la adolescencia y la maternidad, aunque ya ha avisado que será otro tono.
Al final, sin ser conscientes, hay temas a los que vamos. Tampoco sé si es esto lo que me está pasando. Vuelvo al mundo de la maternidad, a la relación madre-hija, y supongo que sí hay temas que me obsesionan: el legado que dejamos, el paso del tiempo, de qué manera somos la consecuencia de lo que fueron nuestros padres y nuestros abuelos. Son cosas que van a estar en La maternal, pero de una manera diferente. Es una historia con mucha luz, de lucha y superación, que habla sobre la dignidad a través de las historias de mujeres que fueron madres en la adolescencia.

¿Se ve dirigiendo una historia que no parta de usted?
Si me apasiona el proyecto, siento que tengo algo que decir y conecta con mi forma de ver y entender el cine, sí. El cine es un trabajo en equipo y la suma de talentos distintos. ¿Por qué negarme porque sea una historia de encargo?

Dicen que a veces cuesta más levantar la segunda película que la primera. En su caso no se va a cumplir.
Mirando las estadísticas, da un poco de vértigo lo difícil que es continuar una carrera. Una cosa es hacer una primera película y la segunda, pero ya la tercera y la cuarta son verdaderamente difíciles y más para las mujeres, basándonos en estudios que ha hecho CIMA y la SGAE. Quiero seguir con la misma energía con la que he luchado Las niñas y La maternal, porque quiero que este sea mi oficio, quiero continuar haciendo películas y no ser solo ‘la directora de Las niñas’.