Sobre la gala de los 35 Premios Goya

Foto: ©Alberto Ortega

El codirector, coguionista y copresentador de la gala junto a María Casado, Antonio Banderas, reflexiona sobre la responsabilidad de ponerse al frente de la gran noche del cine español

|Por Antonio Banderas

He de reconocer que cuando Esther García me llamó haciéndome la petición para que Teatro Soho Televisión (TST) se hiciese cargo de la realización de la 35 edición de los Premios Goya, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Casi de forma inmediata, reconocí encontrarme frente a una responsabilidad única, no solo por el alcance de un evento de estas características, sino también por las circunstancias que en este año en particular rodeaban al mismo.

Desde el principio tuve claro que debíamos de llevar a cabo una gala que tuviese en cuenta la situación extrema en la que se encontraba el mundo del cine en particular y el mundo de la cultura en general, a consecuencia de los acontecimientos provocados por la pandemia  de la covid- 19.

Había que rodearse de una sensibilidad especial para tratar de leer y entender en toda su dimensión el sentir no solo de los profesionales del sector, sino de la sociedad española en su conjunto. Me sentí obligado por lo tanto a afrontar esta gala de la covid-19 con elegancia, austeridad y una cierta sobriedad; así que apostamos por un formato distinto a lo que estábamos acostumbrados. Era muy importante dotar a la ceremonia de una agilidad que no nos hiciera perder los espacios necesitados tanto por nominados como por ganadores.

Hoy, cuando ya han pasado varias semanas desde la celebración de la gala, me doy cuenta de algunos momentos que fueron clave en la toma de decisiones en la conducción de los premios. El hecho de situar al comienzo de la misma a cinco grandes del cine español entregando premios técnicos mandaba un mensaje de lo que realmente somos: equipos de personas que se respetan dentro de las propias “jerarquías” de la labor cinematográfica. La austeridad de los entregadores, que perfectamente asumieron el papel de ceñirse exclusivamente a su presencia casi de forma minimalista en sus intervenciones, ayudó de forma crucial a que se estableciese un ritmo ligero que terminaba casi de forma automática dando luz a los verdaderos protagonistas de la noche: los nominados y los galardonados. De forma sorpresiva, resultó extraordinario el papel que jugaron las conexiones telemáticas en la ceremonia, pues más allá de establecer distancia lo que provocaron fue un acercamiento a la personalidad real de los que formamos parte del universo cinematográfico. Pudimos verlos cercanos, humanos, casi vulnerables.

La idea que flotó en mi mente, desde que se me ofreciera este reto consistente en prestar un servicio al cine español, creo que quedó cumplida. Solo puedo tener palabras de agradecimiento para mi equipo, empezando por María Casado, que con su experiencia televisiva, su amor y su trabajo constante para que todo fluyese de forma positiva fue determinante para la ejecución de la ceremonia, al convertirse en la compañera de viaje ideal para este proyecto; a la Academia de Cine, capitaneada por Mariano Barroso, que me ofrecieron su confianza y su apoyo; a RTVE; a Mediapro, por hacer posible las conexiones telemáticas de manera impecable; a los magníficos intérpretes que ofrecieron su arte para llenar de contenido artístico el evento; a los alumnos de la ESAEM, que recibieron a una fabulosa Ángela Molina con abanicos rojos y corazón abierto; a la Orquesta Sinfónica de Málaga bajo la batuta de Arturo Díez Boscovich; a la dirección del Teatro del Soho CaixaBank; a la ciudad de  Málaga y a todos los de que de alguna manera u otra colaboraron para sacar adelante los Premios Goya en un año muy difícil y complicado. Espero que, como dije en algún momento de la gala, esta sea recordada como la gala de la recuperación de nuestra industria y del mundo en general. Queridos compañeros, nos vemos en Valencia el año que viene. Pero antes nos vemos en el cine.