Carlos Santos, un Goya para los demás

Carlos Santos tiene clarísimo el lugar físico y emocional que ocupa el Goya que acaba de recibir. Después de viajar a Murcia al hospital donde está su hermana para que ella pudiese tenerlo entre sus manos, el Roldán cinematográfico lo ha colocado encima de un altavoz al lado de la chimenea | Juan MG Morán

 

Carlos Santos y Eduard Fernández. © Enrique Cidoncha

“Emocionalmente está en el sitio exacto donde Alberto Rodríguez me dijo que iría antes de la gala: a los demás. Los premios no son de uno, sino de tu madre, tus hermanos, tus grandes amigos o de todos aquellos que te han escrito los 800 mensajes de felicitación por whatsapp la misma noche de la gala”, apunta este intérprete que aunque dentro de poco llevará más años viviendo en la capital de España que en su ciudad natal, aún recuerda con meridiana claridad cómo se fue de Murcia en el año 1999 y tuvo la suerte de empezar a trabajar en teatro profesional apenas un mes después de su llegada.

El éxito que hoy se materializa en su carrera él no puede explicarlo sin citar a Susana Trenor, “mi representante, una madre, una compañera, una amiga”; Luis San Narciso, “pieza fundamental que no solo me dio oportunidades en la televisión, sino que recomendó mi nombre para un mano a mano en teatro que hice con Sacristán”; y Eva Leira y Yolanda Serrano, “que tomaron el relevo a Luis sin que él me haya abandonado. El Goya es suyo”.

Pero la estatuilla es de él por meterse en la piel de Luis Roldán, tramposo para el que Alberto Rodríguez no buscaba un actor con gran parecido físico, sino un intérprete que simplemente pudiese encarnarlo. “En el rodaje la inseguridad casi no existía. Sabías que estabas en las mejores manos posibles porque Alberto estaba mirándote detrás del monitor”. Según su experiencia, no hay tantos directores con los que tengas “la certeza absoluta” de que si dijo buena es porque realmente era buena.

“En el rodaje de El hombre de las mil caras no existía la inseguridad. Sabías que estabas en las mejores manos posibles”

Le resulta “notoria” la diferente manera en que han vuelto a aparecer las dos personas en las que se centra el filme tras el estreno: “Si Paesa se dejó caer en la portada de Vanity Fair en un lujoso hotel parisino mientras leía el periódico con gafas de sol y un traje de punta en blanco, Roldán lo hizo en El Español en su piso de Zaragoza, sentado en una mesa camilla acariciando a un gatito”. Le consta además que Roldán no ha querido ver la película y puede llegar a entenderlo, “pasó doce años en la cárcel, diez de ellos incomunicado. Es lógico que, tras haber pagado su deuda de algún modo, no quiera remover ciertos episodios”.

Tiene pendiente el estreno de una obra de teatro que dirige –“La labor de director me embriaga aún más que la de actor”– y el rodaje de la serie Ella es tu padre, donde se meterá en la piel de Avelina –“Voy a empezar a ir a terapia porque llevaba a esta señora dentro y lo desconocía, ella anida en algún lugar de mí”–. A pesar de descubrir nuevas aristas de su ser en cada uno de sus trabajos, los sueños no se le agotan a este actor revelado, “el primero y muy claro profesionalmente es seguir currando, poder continuar pagando las facturas y que esto no sea un espejismo”. Casi susurrando, se atreve a lanzar al vuelo una ensoñación más, que algún loco le ofrezca hacer un Hamlet sobre las tablas. Por esto, él dejaría cualquier cosa.