A principios de 2016, Paola me llamó para ofrecerme ser su ayudante en 1898. Los últimos de Filipinas. Antes de esta película, hicimos juntos también otra película de guerra, pero actual. Éramos amigos y nos conocíamos de la época en la que ambos trabajábamos en la moda. Los dos habíamos trabajado ya en cine, pero esta era nuestra primera colaboración, que nos ha llevado a hacer tres películas juntos a lo largo del 2016 | Por Carlos Díez

© Miguel Córdoba

Recuerdo los primeros días empezando la preparación de 1898. Los últimos de Filipinas como algo muy excitante. Ella llevaba algunas semanas más haciendo un trabajo de investigación que fue clave para el desarrollo del vestuario, creo que esta es la parte de una película que más le gusta a Paola, y su trabajo fue de una exactitud y una precisión increíble en cuanto a los detalles más minuciosos del vestuario, en el que nos adentrábamos y que tantas aventuras nos depararía. Para empezar, fabricamos un kilómetro de tejido de rayadillo para confeccionar los uniformes. Fue el primer obstáculo con el que nos encontramos: debía cumplir varios requisitos para que fuera ligero, que se pudiera ambientar y que funcionara como debía. Efectivamente, empezaba nuestra particular guerra para que todo estuviera a punto para la batalla que nos esperaba, pero Paola es más fuerte si cabe que el coronel Martín Cerezo.

Trabajamos durante muchas semanas confeccionando todo el vestuario desde cero, y a la vez buscamos todos los accesorios, consiguiendo cosas auténticas de la época como botones, fornituras… Recorrimos anticuarios y casas donde encontramos todo lo necesario. Recuerdo especialmente también los nervios que sentimos dos días antes de empezar el rodaje, encerrados en una tintorería, tiñendo y decolorando las distintas fases por las que iban a pasar nuestros soldados, algo que de verdad obsesionaba a Paola para que todo fuera creíble. Llegó el momento de embarcar y viajar a Guinea Ecuatorial, donde comenzaba el rodaje, que fue duro y lleno de sobresaltos y comenzó el primer día literalmente con el agua al cuello, metidos durante un día en un río del que nada sabíamos, salvo que estábamos en medio de la jungla y podía pasar de todo. En mi vida he vivido algo igual, una mezcla de excitación, miedo y el placer de saber que estás haciendo algo que no se volverá a repetir.

Volver a España, donde continuaba el rodaje en Canarias, parecía que iba a ser más fácil, pero la batalla aún no había terminado. Nos esperaban dos meses más de rodaje, donde cada día era una incógnita. Tengo que decir que si el trabajo de todos los actores es muy bueno, su actitud ante las adversidades y su calidad humana superaba su gran talento, y todo esto hizo que disfrutáramos de cada día atrincherados en el caluroso paisaje canario. Detrás de toda esta aventura y capitaneando el barco estaba Paola Torres, una jefa de vestuario que trabaja y deja trabajar siempre desde el respeto hacia su equipo, y sobre todo desde el cariño a las personas que ha elegido para que la acompañen. Me resulta dificil describir con palabras a una persona a la que admiro y a la que quiero tanto, de la que tan orgulloso me siento por haber recibido este Goya al Mejor Diseño de Vestuario, que ella misma no esperaba pero que yo sí, porque confío a ciegas en ella y porque sé que se lo merecía.

•Carlos Diez es diseñador