El año de los actores 'moldeables'
Es una cosecha para recordar. Eduard Fernández, Roberto Álamo, Antonio de la Torre y Luis Callejo despiden un intenso 2016 y a unos personajes que han creído y defendido, con los que han actualizado su condición de nominado a los Goya. Uno es El hombre de las mil caras, otro ruega para Que Dios nos perdone y dos han vivido una Tarde para la ira. Por Chusa L. Monjas
Eduard Fernández | El ‘bichito’ de la interpretación
Ha estado cerca del Goya en diez ocasiones y en dos de ellas alzó el galardón, “aunque de eso ya hace 13 años”, aclara Eduard Fernández, que lanza un “a ver cuántos nos caen” de las 11 nominaciones que tiene El hombre de las mil caras, donde encarna al espía Francisco Paesa. El “regalazo que me hizo Alberto Rodríguez” le está dando muchas alegrías. “Tenía la dificultad de hacerlo muy hermético, no podía expresar demasiado porque nunca sabes lo que está pensando ni en qué está. Moralmente es tremendo y éticamente reprobable en muchas de las cosas que ha hecho”, expone el conocido actor catalán, que tiene en Paesa uno de los papeles “más difíciles de mi carrera”.
Fernández ha ido creciendo “muy poco a poco, y acorde con mi forma de ser y de entender la vida”. Le costó mucho llegar al celuloide, pero cuando entró lo hizo por la puerta grande. “Me interesa mi oficio y solo me dedico a eso, no me atrae el figurar. A veces el juego es peligroso, pero hay que jugar porque si no… ¡no tiene gracia!”, subraya el intérprete, que echa de menos en las nominaciones a Álvaro Cervantes, con el que ha compartido fotogramas en 1898. Los últimos de Filipinas.
Con 35 cintas en su haber –la última que ha rodado es Perfectos desconocidos– y grabando la serie La zona, califica el 2016 como un año “de buenas películas y buenas interpretaciones. Hay que hacer muchas para que salgan algunas que estén bien y mantener el nivel. Tenemos muy buenos profesionales para hacer filmes de calidad. Somos una parte de la industria de España y esto se debería promocionar, y el Gobierno tendría que quitar el estigma que tenemos encima del 21% de IVA”.
Muy observador –desde pequeño se fija en cómo se mueve la gente, cómo anda y habla–, Eduard Fernández ha empezado el año en los escenarios, donde se formó, con Panorama desde el puente, de Arthur Miller. Con el teatro siempre a su lado, no le da miedo que un día el teléfono deje de sonar. “Nunca he tenido un trabajo fijo. Cuando hablan de vacaciones pagadas y doble paga flipo, no sé lo que es”.
Tiene claro que, en el caso de recoger el galardón, se acordará de su madre, Ana María, y de su hija Greta, que ha heredado “el bichito” de su padre y a quien este especialista en dar prioridad a los gestos y las miradas aconseja “que haga menos, que hable más despacio”. Añade que, de alzarse con el premio, ya tocaría que Paesa se pusiera en contacto con él. “No me ha llamado, no sé si estará celoso. A lo mejor me pide un tanto por ciento…”.
Roberto Álamo | Credibilidad
Que salte de la hoja y se transforme en una persona, que esté vivo y que sea verdad. Cada vez que se mete en la piel del otro, este es el empeño de Roberto Álamo, quien para que los personajes no caigan en el cliché “intento inocularlos para que tengan la mayor humanidad y contradicciones posibles. No hay reglas, me guío por mi técnica, por lo que me enseñó Cristina Rota, y por mi intuición”. Comprometido con su trabajo –“si el proyecto me enamora, me involucro al cien por cien”–, el madrileño no oculta que recibir premios de los compañeros “es algo emocionante, pero no trabajo para tener galardones ni estar nominado. Como no soy nada ambicioso, no espero nada, así que cuando viene algo me sorprende muchísimo”, dice el que levantó el Goya al Mejor Actor de Reparto por La gran familia española.
Ahora, vuelve a aspirar a este premio, esta vez como protagonista, por Alfaro, un inspector brutal y ultraviolento en Que Dios nos perdone. Y si la obra Urtain le supuso pasar de ser un actor popular dentro del grupo de Animalario a ser un actor popular en el teatro, el segundo largometraje de Rodrigo Sorogoyen “quizá me dé algo más de notoriedad en el cine y poder tener papeles un poco más jugosos, pero nunca se sabe. Hacer quinielas es arriesgado. Me dieron el Goya por La gran familia española y estuve ocho meses sin trabajar”.
Crítico con su quehacer “cuando lo hago, no cuando lo veo. Cuando vi Que Dios me perdone montada me emocioné hasta la lágrima, es una película extraordinaria”, elogia a los profesionales con los que forma el cuarteto nominado. “Son tres enormes intérpretes, exportables porque España, como otros países, tiene una buena cantera en el arte; moldeables, y aquí me incluyo, porque podemos hacer distintos registros; y creíbles, que para mí es lo que debe ser un actor: creíble”.
Nombre habitual de comedias (Los dos lados de la cama, Días de fútbol, Gordos, Una hora más en Canarias), Álamo fue Urtain y comenzó su carrera de personajes “tremendos”. Como su admirado Jack Lemmon, quien junto a Marlon Brando, son “mis pilares”, se maneja bien tanto en los roles dramáticos como en los cómicos, y define a los directores de “sabios y santos Job por la presión que tienen, el tiempo que se pasan preparando un proyecto, la lucha por tener el reparto soñado, manejar los egos y rarezas del equipo… Lo suyo es una locura, nuestro trabajo es más sencillo”.
De nuevo en las tablas con la pieza Lluvia constante, el hombre que se vistió de tigre en La piel que habito aplaude que en 2016 el cine español haya superado los 100 millones de euros en taquilla y roce el 20% de cuota de pantalla. “Cuando la industria y la sociedad se den cuenta de que una parte importante del éxito de este país, dentro y fuera de nuestras fronteras, tiene que ver con la cultura, seguramente la cuota será más alta”, expone Álamo, que desea que llegue el día en que tenga que elegir entre cuatro guiones. “Ahora no me pasa”.
Antonio de la Torre | Leal con uno mismo y con los demás
Querido, considerado, respetado, agradecido… Así se siente Antonio de la Torre por las 9 nominaciones que ha tenido y el Goya que se llevó por Azuloscurocasinegro en su recorrido profesional. “¡Es una pasada!”, exclama el popular intérprete, que en los Goya 2017 ha vuelto a sacar plaza como Mejor Actor Protagonista por Tarde para la ira, el “sueño” de Raúl Arévalo.
Cuenta que al novel director, “que es como un hermano, uno de mis mejores amigos”, le costó ocho años sacar adelante este thriller que aspira a 11 galardones. “Creo que no existe un debut con tantas opciones”, declara De la Torre, que también está en Que Dios nos perdone. “Una ópera prima y un segundo largometraje que demuestran que tenemos el relevo generacional asegurado. La nueva mirada de jóvenes cineastas está en grandes películas, bien rodadas, con personajes cuajados, honestos, y a mí me han tocado las dos. Ha sido una gran suerte”.
El camino de Tarde para la ira ha sido largo. Han sido ocho años dándole vueltas al guión, hablando de la historia, de su papel, de un tipo con más sombras que luces que llega a la locura obsesionado con la venganza. “Con David Pulido –coguionista del título– conversé mucho. Soy muy riguroso con los personajes y, sin entrar en consideraciones morales, había que empatizar con este hombre que hace lo que hace [no quiere hacer spoiler] y esto era delicado. Yo lo veo como un hombre normal envuelto en una situación límite que puede englobarse en la frase ‘soy humano, por lo tanto nada humano me es ajeno’”.
Periodista, tarea que desempeñó cuando no tenía papeles en la mesa, tiene muy presente el viaje que hizo desde su Málaga natal a Madrid , donde su carta de presentación fue “soy muy gracioso e imito a José María García”. La vida le ha llevado por otros derroteros y en su etapa actual le gustaría hacer “una comedia, una película de terror”. Lo próximo es Memorias del calabozo, donde representará al expresidente de Uruguay, José Mujica. “No es un biopic de Mujica, que es un icono como Nelson Mandela, es la historia de supervivencia de tres hombres confinados durante casi 15 años en una celda de aislamiento”, relata.
Gracias al cine, ha conocido a los tres protagonistas reales de la película: a Mujica –“cuando le anunciaron que yo iba a ser él de joven me dijo ‘bueno, alguien tiene que hacerlo’”–, al periodista y escritor Mauricio Rosencof y al exministro de Defensa uruguayo Eleuterio Fernández Huidobro. “El cine me ha dado muchísimo. Soy un privilegiado porque vivo exclusivamente de esto. Solo somos un 8%, espero y deseo que ese porcentaje crezca. La profesión está mal, no siento que haya una apuesta por la cultura, pero no quiero caer en la queja”.
Ilusionado con la idea de dirigir a actores, De la Torre ha repetido con numerosos cineastas. Manuel Martín Cuenca, Alberto Rodríguez, Daniel Sánchez Arévalo, Almodóvar, Álex de la Iglesia, Juan Cavestany, Iciar Bollain y Chus Gutiérrez le han dado órdenes en más de una ocasión. “Soy disciplinado y leal con los demás, pero primero soy leal a mí mismo”.
Luis Callejo | A disposición del ‘jefe’
No era fácil estar en algunas de las películas de 2016 y Luis Callejo lo ha logrado, porque en el año que acaba de terminar estrenó El hombre de las mil caras, KIKI, el amor se hace, Cien años de perdón y Tarde para la ira, el bautismo como director de Raúl Arévalo por el que aspira al Goya al Mejor Actor Protagonista. “Tenía ilusión, pero lo veía difícil. La nominación es un premio a una temporada maravillosa, con una variedad de personajes que han sido un regalo”, subraya este intérprete segoviano que en sus dos décadas de profesión se ha apuntado “a todo”.
Obras de teatro, cortometrajes –nos quedaríamos sin espacio si mencionaramos todos–, series y películas. “Para que te reconozcan, primero te tienen que conocer. Da vértigo estar ahora en primera línea, pero yo siempre estoy ahí, en la recámara, y lo que quiero es seguir trabajando”, expresa este profesional con espacio propio que a la hora de hacer frente a los papeles que le confían se ayuda de la imaginación. “Al principio soy racional y, cuando descubro cómo es el personaje, tiro de intuición y me pongo a disposición del ‘jefe’”.
Y de uno de sus últimos directores, Raúl Arévalo, habla con admiración. “En el rodaje teníamos la sensación de estar haciendo algo importante, y eso tenía que ver con Raúl, con su inteligencia emocional, su carisma, con lo bien que cuenta las historias y lo ‘salao’ que es. Todo lo que toca se convierte en algo lleno de talento porque él, de manera muy discreta, llevaba mucho tiempo preparándose para dirigir”.
Callejo, que dejó la carrera de Derecho por la interpretación, ha disfrutado de Tarde para la ira, y eso que la primera vez que se vio “pensé que había hecho una cosa distinta. En esta película me he dado cuenta de que soy mucho más inseguro de lo que creía. Tenía mucha responsabilidad porque no podía decepcionar a Raúl, que apostó por mí para esta historia mágica rodada en 16mm, lo que ya era muy revelador”, declara este actor para el que fue un plus que parte del filme se filmara en la localidad segoviana de Martín Muñoz de las Posadas. “En mi tierra me quieren mucho”.
Nominado al Goya al Mejor Actor Revelación por Princesas en 2006, describe las sensaciones que tiene con Tarde para la ira con otro filme, Sobre el arco iris. “Fue mi primera película y me marcó muchísimo, fue un viaje a muchos niveles. Con Tarde para la ira he recuperado esa emoción y, además, la está viendo mucha gente y las críticas son buenísimas. Todavía estoy respondiendo mensajes de felicitación por la nominación. Vivir esto es un chute de energía”.
La versión teatral de Trainspotting es el próximo proyecto de Callejo. Para él, es “un sueño” estar en esta categoría junto al que ha sido su compañero en Tarde para la ira, Antonio de la Torre; Roberto Álamo, con el que compartió la obra Urtain y el largometraje todavía inédito Es por tu bien; y Eduard Fernández. “Les admiro y les respeto”, subraya este actor a quien el cineasta Roberto Santiago le dijo que en todas las películas que firmara iba a tener un papel, “y lo ha cumplido”.